
Para Cory Booker, «el poder de las personas es superior a las personas en el poder». Así lo afirmó hace una semana el senador demócrata por New Jersey, cuando, en un contexto de creciente polarización política en Estados Unidos, protagonizó un discurso histórico en el Senado. El hecho marcó un hito no sólo por su duración, sino por su contenido profundamente crítico y propositivo.
Las más de 24 horas del discurso superaron el récord establecido en 1957 por Strom Thurmond, quien utilizó su intervención para intentar bloquear la Ley de Derechos Civiles. Mientras Thurmond buscaba perpetuar la segregación racial, Booker empleó su tiempo para defender los principios de justicia social y equidad, reafirmando el poder del pueblo como la base de la democracia.
Como un «touchdown» en el fútbol americano, jugada que puede ser decisiva, así fue el impacto del discurso del exfutbolista de 55 años. Su intervención no sólo fue un acto de resistencia frente a las políticas de Donald Trump, sino también una propuesta alternativa basada en valores de inclusión y solidaridad.
En la Casa Blanca, enarbolan la Biblia mientras invocan a un Dios vengativo, colmados de animadversión hacia los desposeídos, los inmigrantes, la comunidad LGBTQ+, los negros, las mujeres, los ucranianos y, en suma, hacia todo aquel que no responda al arquetipo blanco y acaudalado. El senador futbolista les replica con una sabiduría crística: «antes de que me prediques tu pasión por la fe, muéstramela a través de tu compasión hacia el prójimo».
En un momento en que la retórica divisiva domina el panorama político, Booker ofreció una visión que trasciende las líneas partidistas y busca unificar a la ciudadanía en torno a principios comunes.
Mientras los miembros más ostentosos del actual gabinete exhiben cruces de ceniza en sus frentes, buscando aparentar una piedad de la que carecen, Booker derrama lágrimas al recordar las palabras de dolor de una paciente de Parkinson, tras la suspensión de las ayudas federales a tratamientos médicos. Con la voz quebrada por la emoción, juró defender a enfermos y desfavorecidos.
Pero su intervención también incluyó una autocrítica hacia su propio partido, reconociendo su responsabilidad en el ascenso de figuras demagógicas. Este acto de contrición, poco común en la política contemporánea, refuerza su credibilidad y lo posiciona como un líder dispuesto a asumir responsabilidades y aprender de los errores.
En términos políticos, el discurso de Booker representa un llamado a la acción tanto para los legisladores como para la ciudadanía. La democracia, como él mismo enfatizó, no es un estado estático, sino un proceso dinámico que requiere vigilancia constante y participación activa. Su mensaje es un recordatorio de que el poder debe emanar del pueblo y ejercerse en su beneficio, con la equidad y la compasión como principios rectores.