Tomada del libro General Juan Rius Rivera: héroe militar de Cuba, poderoso banquero y empresario en Honduras, de Félix Ojeda Reyes

✍ Alenmichel Aguiló

De Juan Rius Rivera hablamos hace muy poco, el 26 de agosto, cuando recordábamos su nacimiento. Falleció hace cien años, el 20 de septiembre de 1924, poco después de llegar a sus 76 años. La vida de Rius desde su nacimiento hasta la época de la Constituyente, a la que fue elegido cuando tenía 52 años recién cumplidos, fue tema de aquella ocasión. En esta, correspondería abordar el período que va desde 1900 hasta su muerte.

Antes de continuar necesitamos repasar algunos puntos claves de su biografía. Había terminado la guerra en presidio y con el grado de Mayor General, el más alto alcanzado por un puertorriqueño en las filas del Ejército Libertador. Sirvió como jefe militar en Pinar del Río, donde conservó numerosos contactos que explican su elección por esa circunscripción a la Constituyente. Era abogado de profesión y tenía amplia experiencia en los negocios y el comercio, no sólo por su origen familiar, sino también por la exitosa carrera como empresario que había desarrollado en Honduras, antes de unirse al esfuerzo emancipador del ‘95.

De su participación en la Convención Constituyente no hablaremos mucho ahora porque tenemos un podcast para hacerlo en detalle cuando llegue su momento. Sólo decir que para iniciar los trabajos se había invitado a que los delegados presentaran proyectos de bases que serían discutidas para así llegar a conformar el texto de la nueva Constitución. El proyecto de Rius Rivera no sólo fue el primero sino también el más completo. Más que bases, presentó un proyecto constitucional en toda regla, punto que le reprocharon algunos detractores.

Fungió como vicepresidente de la asamblea y en ocasiones sustituyó al presidente, Domingo Méndez Capote, cuando este quería participar en algún debate. Sus preocupaciones constantes eran el reglamento y las cuestiones de orden que regularmente traía a colación al punto que la prensa, casi con sorna, se hacía eco de ello. Decía sobre su desempeño Márquez Sterling que “siempre lo hemos oído hablar poco y decir mucho”, para luego añadir que “mide, con perfecto estudio, los minutos que se pierden y los siglos que se ganan; adivina en el espíritu simplificador del reglamento, el camino trazado para avanzar, y pide, dentro de él, lo que corresponde pedir, lo que es el fin y el objeto único de la Asamblea (…) Es uno de los hombres más militares que se agitan en nuestra política; pero es al propio tiempo uno de los generales que guardan y respetan más la paz, que es la conciencia de la guerra” (Márquez Sterling. pp. 192-194).

Esta fama de guardián de la paz se iba a ver, sin embargo, seriamente perjudicada por los eventos posteriores al establecimiento de la República en mayo de 1902. Para entenderlo debemos abordar brevemente la historia política de esos años y su participación en el gobierno encabezado por Tomás Estrada Palma.

Cuba llegaba al siglo XX arrasada por una guerra que había provocado una contracción en su población respecto a la que arrojara el censo de 1887, sobre todo en las tres provincias occidentales. La riqueza agrícola del país había sido severamente dañada, la sociedad en muchos aspectos se encontraba quebrantada por la separación de España. Muchos españoles se marcharon con el fin del régimen colonial, pero un número significativo, en términos absolutos y relativos, permaneció en la isla, con una presencia notable entre las élites económicas.

Organizar los intereses políticos de una sociedad así y expresarlos en la forma de grupos organizados constituidos en partidos políticos coherentes y orgánicos era un reto formidable. Todo estaba en movimiento, buscando acomodo, incluso las relaciones personales que en una situación así pesaban especialmente para definir lealtades a determinada causa.

Surgieron los primeros intentos por crear partidos nacionales en medio de un entorno en el que el grupo político local tenía mucha mayor cohesión e ímpetu. Esto contribuía con fuerza al carácter casi caótico de las organizaciones políticas del momento. Los líderes regionales tenían un peso específico abrumador, las alianzas se hacían y deshacían en el plazo de semanas. Los partidos que operaban a nivel nacional eran muchas veces el resultado de coaliciones entre organizaciones locales y a su vez solían formar coalición con otras organizaciones nacionales.

Rius Rivera fue electo por el Partido Nacional Cubano (PNC) que intentó, como se decía, ir al copo. Es decir, ocupar todos los asientos disponibles en cada circunscripción electoral. En Pinar del Río lo lograron, en La Habana ganaron 6 de los 8 asientos y en Oriente, donde formaron una coalición llamada Concentración Patriótica, la mitad de los que estaban en disputa.

Frente a este embate del PNC se formó la Coalición Republicana Democrática entre el Partido Unión Democrática y los diferentes grupos que componían el Partido Republicano. Este último era una verdadera amalgama de grupos locales: el Partido Republicano de La Habana; el Partido Republicano Federal de Las Villas y el Partido Republicano Federal de Oriente.

Si el lector encuentra esta descripción confusa es porque lo es. Confusa y efímera. Terminada la Convención y encaminado el país hacia las elecciones generales de 1902 estas alianzas se rehicieron por completo. Juan Gualberto Gómez, delegado a la Convención a la que fue electo por el Partido Republicano, formó el Partido Republicano Independiente, donde se aglutinó el grupo político del descontento respecto a la política de los otros partidos en relación con la Enmienda Platt.

Para la elección presidencial, el PNC y algunos grupos republicanos, especialmente el de Las Villas que controlaba José Miguel Gómez, gobernador de la provincia y antiguo delegado a la Convención, decidieron apoyar la candidatura de Estrada Palma. Los Republicanos Independientes respaldaron a Bartolomé Masó. El apoyo de Máximo Gómez y la habilidad del PNC para intentar ir al copo nuevamente determinaron la victoria abrumadora de Estrada Palma.

Inmediatamente los partidos comenzaron a reorganizarse. Un grupo del PNC se distanció del gobierno y se acercó a los Republicanos Independientes y otros grupos para formar el Partido Liberal Nacional. Por su parte, el conglomerado republicano de Las Villas y Occidente pasó a llamarse Partido Republicano Conservador. Es imposible rastrear el destino de los demás partidos desaparecidos debido a que por lo general no se fusionaban a otra formación mayor sino que se escindían y sus miembros, antes correligionarios, se distribuían entre organizaciones rivales.

Para las elecciones de medio término de 1904, el enfrentamiento estaba planteado entre el Partido Liberal Nacional y el Partido Republicano Conservador. De este último formaba parte Juan Rius Rivera. Otros grupos locales completaban el cuadro: el Partido Nacional Radical de Oriente, el Partido Nacional Moderado de Camagüey y la Coalición Oriental Independiente.

Las elecciones fueron un desastre y la violencia y el fraude estuvieron a la orden del día. Ambas agrupaciones principales salieron amargadas de la contienda y el sistema de partidos se avocó a una nueva reorganización. Hasta ese momento, el presidente de la República, Tomás Estrada Palma, figuraba como independiente, no era parte de la membresía de ningún partido. Sus más cercanos colaboradores, sin embargo, estaban asociados al Partido Republicano Conservador. Entre ellos se encontraba Juan Rius Rivera.

Dentro de los más allegados al presidente comenzó a surgir la idea de crear un partido nuevo, con el propósito de impulsar la reelección de Estrada Palma y provocar una derrota contundente a los liberales. Las maniobras que llevaron a que Méndez Capote acabara siendo el favorito para la futura vicepresidencia provocaron que José Miguel Gómez, uno de los colaboradores más poderosos del presidente hasta el momento, abandonara al oficialismo y se pasara a la oposición.

La pérdida segura de Las Villas sería un duro golpe para el nuevo Partido Moderado, al que Estrada Palma acabaría por afiliarse. Desde el gobierno se emprendió una brutal campaña para garantizar la reelección. El país se dirigía a pasos acelerados hacia la guerra civil.

El primer paso del presidente, asesorado por sus colaboradores, fue pedir la renuncia en pleno de su gabinete y nombrar uno nuevo de hombres fuertes y leales moderados. Sería conocido por la historia como Gabinete de Combate y Juan Rius Rivera, que hasta ese momento había estado encargado de la Aduana de La Habana, ocuparía en él la Secretaría de Hacienda, lo que llamaríamos hoy Ministerio de Economía. La Aduana era la principal fuente de recaudación del Gobierno en la época y su paso a la Secretaría de Hacienda demostraba la confianza que se le tenía como administrador.

La acción del gobierno estuvo encaminada a la reelección y al copo nacional que efectivamente consiguió a base de violencia y abuso de poder. Fueron destituidos arbitrariamente alcaldes y otros funcionarios de afiliación liberal con el propósito de controlar las mesas electorales. La mayoría de los puestos en disputa se los adjudicó el moderantismo y la reacción liberal no se hizo esperar. Durante 1906 la oposición estuvo conspirando para lanzar una rebelión que finalmente estalló en la segunda mitad del año. Ante situación tan delicada Rius Rivera intentó presentar una renuncia que el presidente no quiso aceptar. Finalmente, debido a su insistencia, acabó recibiendo un cargo como diplomático en Centroamérica.

La rebelión liberal fue fulminante. El Gobierno derrotado, en una jugada incomprensible y muy peligrosa, en lugar de ceder el poder por canales constitucionales, provocó el total descabezamiento del país y la imposibilidad de llenar por la vía legal los cargos vacantes. Prácticamente se obligó a los Estados Unidos a aplicar uno de los artículos de la Enmienda Platt y establecer un gobierno interventor en el país en un momento en el que no le convenía, teniendo en cuenta la situación internacional.

Rius Rivera intentó de inmediato reorganizar un nuevo partido conservador al comprender que los estadounidenses no se marcharían, entre otras cosas, si no se garantizaba una estabilización entre las fuerzas políticas del país. Esto significaba que era necesario generar una fuerza política capaz de contrarrestar al victorioso pero desunido Partido Liberal.

Era demasiado pronto. El conservadurismo estaba desacreditado y tendrían que pasar unos meses para que se hiciera un esfuerzo serio al respecto. Mario García Menocal sería entonces la figura que tomaría la bandera de los conservadores. Para Rius Rivera, decepcionado, no quedó otra salida que marchar a Honduras, la patria de su esposa, donde le esperaba una segunda y exitosa etapa de su carrera como empresario.

En Honduras estuvo vinculado a la fundación del Banco Atlántida, que todavía hoy es una de las entidades bancarias más importantes del país. Fundó emprendimientos en el área del comercio y el transporte y participó en importantes operaciones financieras a nivel gubernamental, cuando Honduras decidió adoptar el patrón oro en 1918.

Falleció de un enfisema pulmonar en 1924, sin haber dejado de trabajar incansablemente. Tras gestiones del Gobierno cubano, su familia accedió a trasladar sus restos al Cementerio de Colón en La Habana, donde reposan desde entonces.    

 

Fuentes consultadas:

Departamento de la Guerra, Oficina del Director del Censo de Cuba. Informe sobre el Censo de Cuba, 1899. Imprenta del Gobierno, Washington, 1900.

Ferrara y Marino, Orestes. Una mirada sobre tres siglos. Memorias. Plaza Mayor S.A., Madrid, [1975].

[Headquarters Division of Cuba]. Civil Orders and Circulars. 1899; 1900; 1901.

Márquez Sterling, Manuel. Tristes y alegres. Imprenta El Fígaro, La Habana, 1901.

Nohlen, Dieter. Elections in the Americas. A data handbook. Vol. I. Oxford University Press, Oxford, 2005.

Rodríguez, Rolando. Cuba, las máscaras y las sombras. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

________________. República de Corcho. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2010.

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