
✍🏻 Redacción de Memoria Cívica
El 4 de diciembre de 2020 nadie se podía imaginar que un joven atravesaría, en solitario, el bulevar San Rafael, en La Habana, con un cartel que pedía poner fin a la represión y liberar a otro joven, encarcelado arbitrariamente por el régimen cubano. Decimos que nadie se lo podía imaginar, porque, tras el acuartelamiento y huelga de hambre del Movimiento San Isidro (MSI) y la protesta masiva de artistas frente el Ministerio de Cultura, en noviembre de ese año, la dictadura parecía haber apagado todo intento de rebeldía.
Sin embargo, allí estaba Luis Robles Elizástigui, aunque hubo que esperar algún tiempo para identificarlo por el nombre y demás señas, pues el manifestante que quebró el silencio era para la fecha y las redes sociales un completo desconocido. No tenía ninguna relación con el rapero Denis Solís —el joven apresado por el que pedía libertad— ni con el MSI, no se trataba de un artista ni de un activista por los derechos humanos, tampoco había seguido ninguna convocatoria de influencers en el exilio —como quisieron hacer ver los voceros del régimen luego—.
Luis Robles, padre de un menor, apenas publicaba en las redes, a pesar de que su hermano y su madre han atestiguado que siempre tuvo una opinión crítica con el sistema. Ambos familiares se han convertido en luchadores por la libertad del manifestante, al punto de que Yindra, la madre, ante amenazas de la Seguridad del Estado (SE), en octubre de 2024, respondió que se ofrecía para ir a prisión a cambio de la excarcelación de su hijo.
La condena contra Luis Robles fue de cinco años de prisión, redactada y notificada por la jueza Gladys María Padrón Canals más de quince meses después de la detención en San Rafael. Se le imputaron los presuntos delitos de desobediencia y propaganda enemiga. Según los miembros del Tribunal Provincial de La Habana, la protesta pacífica e individual de Robles fue «un riesgo para la estabilidad del Estado». Caminar en dirección contraria al policía que intentó detenerlo, fue considerado como desobediencia.
Luis Robles no escandalizó en la vía pública ni incitó a una alteración del orden social. Simplemente caminó de un lado a otro con su cartel de «FreeDenis», frente a las miradas atónitas de los paseantes y dos mujeres que intentaron defender al joven cuando los policías lo arrestaban, a la fuerza. Su arresto añadió otro capítulo al descrédito de las fuerzas policiales del régimen. Su sentencia dejó en evidencia lo represivo del aparato jurídico en Cuba. Con estos hechos, no es díficil suponer un ensañamiento contra el manifestante.
El pasado 2 de diciembre, Luis Robles cumplió 32 años de edad y fue otro cumpleaños separado de su hijo y su familia, desde la prisión de Combinado del Este, en la capital. En el presidio ha sido víctima de torturas físicas y psicológicas, denuncias por organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional y Prisoners Defenders. El preso político ha denunciado que la SE continuamente utiliza presos comunes para provocar un altercado y extender su condena, culpándolo de algún delito común dentro del Combinado.
Luis Robles, en cambio, resiste. Quiere pasar en tranquilidad lo que le queda de sentencia para salir a la calle, donde confiesa que es más útil. Y tiene razón. Cuando se escriba la historia de estos años, entre las siglas MSI, 27N, 11J, habrá que mencionar nombres como el de Luis Robles y aquel cartel que rompió el silencio.