
Ya estamos en enero de un nuevo año y en Memoria Cívica cumpliremos el primer semestre de trabajo orgullosos de seguir aquí, en Cuba, apuntalando las ruinas de la memoria y ayudando en la tarea edilicia de imaginar un futuro democrático para la isla. Iba a escribir nación, pero el término se nos resbala de las manos, tras un 2024 donde la emigración cubana continuó engrosando las estadísticas del desastre. Somos, ahora más que nunca, una diáspora, en la que el mar es apenas otra frontera entre los tantos factores que nos separan.
Los que defendemos la memoria libramos siempre ese doble combate: hacia afuera, la lucha contra el desarraigo y el olvido; isla adentro, la pelea contra los demonios de la ideología y la alienación.
Cuando comenzamos el proyecto, en agosto pasado, escribimos que nuestra intención primordial era recordar el tiempo en el que fuimos ciudadanos, en toda la dimensión de la palabra. De paso, también, aprender a serlo para el presente que nos ha tocado vivir y contribuir a que la cívica cubana sea, además de un legado, la piedra fundacional para el estado de derechos que muchos queremos, con una democracia responsable y propia.
Algo de eso hemos logrado al superar ya la centena de artículos, entre reflexiones, investigaciones, entrevistas y más, en una labor que esperamos pueda contribuir a la educación cívica de nuestros compatriotas en cualquier rincón del mundo. Igualmente apuntan a ese propósito el podcast sobre la historia constitucional de Cuba, el podcast Hablando de Memoria, los nuevos libros publicados y presentados por nuestro sello editorial, los reels, la biblioteca y el archivo que conforman la web y las redes sociales de Memoria Cívica.
“Teselar los fragmentos dispersos, y en muchos casos tergiversados, de nuestra civilidad”, decíamos en agosto, y creo que poco a poco esas teselas nos van dejando una casa de la memoria, que es asimismo una extensión de la patria. Para ese fin, y en un ambiente que siguió siendo hostil al ejercicio de las libertades, nos acercamos a la ciudadanía para presentar el proyecto y hablar de derechos en una serie de conversatorios. Esto, que llamamos acciones cívicas, nos ha permitido comprobar que hay una parte importante de la sociedad dispuesta a pensar y a actuar por una Cuba democrática.
Desde el comienzo, nos tocó acompañar al pueblo de Venezuela en su lucha contra el fraude electoral, por lo que hemos visto de cerca cómo esos procesos pueden ser largos y tortuosos y es necesario educar para la democracia incluso en esta época oscura que vivimos los cubanos y los venezolanos. Aquí, donde cerca de un millar de personas cumple prisión por cuestiones políticas, hablar de libertades puede ser la manera inmediata de quedarse sin ellas. No obstante, sirva el espacio de Memoria Cívica para dar testimonio y reclamar la libertad de esos que hoy son presos políticos por enfrentar valientemente a la dictadura.
Ya hemos dicho antes que la memoria es “un puñal, que algún día irá a clavarse en la mano que nos oprime”. Que el 2025 la memoria no sea una excepción en Cuba, sino un recordatorio de la grandeza que nos espera como nación y un alegato del Bien.