Ilustración de Amilkar Feria

✍ Luis Carlos Hernández Castillo

Así le respondí hace unos días a un amigo cuando me preguntó en donde estaba viviendo. A pesar de que en ese instante me refería a la calle donde se encuentra mi residencia actual, mi mente se apresuró a encontrarle un significado más profundo a la frase. Y es que parece como si la omnipresencia de José Martí en la propaganda estatal estuviera destinada a borrarlo de nuestras vidas. Sin embargo, no es mi caso; vivo en Martí, el Apóstol, y me complace decir que no soy el único en ese lugar privilegiado del alma.

El pasado 11 de julio se conmemoró el tercer aniversario de las protestas que hicieron temblar a más de uno en el Palacio de la Revolución. Al menos 669 personas permanecen en prisión desde entonces. Ellos son el mejor ejemplo de la vigencia de Martí en los cubanos de este tiempo: «los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro”.

Los pensamientos del mártir de Dos Ríos sobre la democracia y el poder político, desarrollados a través de su crítica al colonialismo y las formas de gobierno opresivas, siguen siendo relevantes en la actualidad. Su visión de una Cuba libre y próspera ha sido una idea latente en el subconsciente de la nación. Así mismo, cada vez son más los que asumen en la acción las consecuencias de esa aspiración martiana.

Quienes intentan secuestrar el ideario del Apóstol se estrellan contra la verdad de que su legado trasciende cualquier manipulación política. La dictadura puede intentar apropiarse de su imagen y sus frases, pero no puede borrar el verdadero espíritu de sus enseñanzas. Los presos políticos del 11J son la principal evidencia de ello.

Vivir en Martí significa continuar un legado de lucha por la justicia y la dignidad humana. También encontrar en sus palabras y acciones un ejemplo infalible para hacer frente a la tiranía. Martí es la piedra de toque con la que podemos construir una nación donde la democracia sea una realidad, no una utopía inalcanzable. Para que ese lugar sagrado sea la patria de todos, abrazemos hoy la rebeldía de aquellos que padecen por todos, conquistando cada cual su libertad.

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