De izquierda a derecha: Alenmichel Aguiló, Luis Carlos Hernández, José Luis de Cárdenas y Mario Ramírez (Memoria Cívica)

Una conversación con Mario Ramírez, a propósito de la fundación del proyecto independiente Memoria Cívica.

✍  Anamely Ramos González

Observatorio de Derechos Culturales

Al enterarse de la fundación de un proyecto llamado Memoria Cívica, el Observatorio de Derechos Culturales ha querido saber de sus intereses y objetivos. Dentro de su equipo, el joven intelectual Mario Ramírez está presto a conversar con nosotros y a contarnos acerca de este laboratorio de ideas que surge hoy desde el centro de la isla y para el bien del país.

Mario Ramírez es oriundo de la ciudad de Camagüey, donde ha residido toda su vida, exceptuando el tiempo de sus estudios universitarios. Se graduó de Ingeniería en Telecomunicaciones en la Universidad de la Villas. Sin embargo, todos los que lo conocemos sabemos que su verdadera vocación es la literatura. Indagando sobre esta relación curiosa, me dice que esa carrera aparentemente ajena a todo el universo de las humanidades le legó habilidades relacionadas a las tecnologías y a formas más eficaces de producir y expandir la información, las cuales le han sido muy útiles en sus actividades futuras. “Las telecomunicaciones ampliaron mi visión de la realidad actual y me facilitaron comprender una serie de fenómenos que ocurren con la mediación de las tecnologías y el mundo digital¨. Más adelante, y gracias a la influencia de amigos que hoy comparten responsabilidades dentro de Memoria Cívica, descubrió y se enamoró del universo del podcast y del audiolibro, encontrando en la palabra hablada una eficacia que era necesario explorar.

Mario escribe desde muy joven, su primer libro, Corolarios, recoge poemas realizados desde los dieciséis años y fue publicado en 2019 por Ediciones Homagno. Luego, su vocación escritural se va mezclando con su pasión por la lectura y con el mundo de la investigación. Descubrió que la palabra no solo es fuente de conocimiento, sino receptáculo de experiencias de vida y de procesos identitarios personales, pero también colectivos, que era necesario entender para interpretar la realidad de una manera más serena y tomar decisiones de cómo incidir en ella. Hoy, puede decir con total responsabilidad que quiere escribir sobre Cuba y para Cuba, pero comprende que no puede ser un esfuerzo aislado sino en consenso con sus conciudadanos y de frente a un contexto específico, donde no abundan la cultura del trabajo en conjunto y la apertura al debate democrático. Es justo por eso su entusiasmo al fundar y desarrollar un proyecto como Memoria Cívica, que busca sintonizar el presente de Cuba con una memoria que no es estática, sino proactiva.

Para su vida significó un hito conocer al escritor Rafael Almanza en 2013 y convertirse en uno de los colaboradores más activos dentro de la Peña del Júcaro Martiano, un proyecto independiente de más de veinticinco años de fundado, al que volveremos en la entrevista. Solo agregar que la Peña se convirtió no solo en espacio de conocimiento, sino en un momento de comunión de cubanos de más de una generación y en la semilla de muchos procesos posteriores, relevantes a nivel individual pero también grupal.

Proyectos posteriores como Ánima, por poner un ejemplo, otorgaron recursos y un ambiente de creación propicio para la concreción de algunos anhelos profesionales postergados. Allí Mario conoce al artista visual y escritor Amilkar Feria, quien lo acompañó luego en todas las iniciativas donde ha tenido responsabilidades, tanto cuando fue redactor en Árbol Invertido o cuando fue editor en La Hora de Cuba, y con el que ya se anuncian iniciativas comunes dentro de Memoria Cívica.

Le pregunto a Mario sobre si Memoria Cívica pudiera considerarse camagüeyana. Se apresura a contestarme que, aunque su Consejo de Dirección está integrado por personas que residen en Camagüey, esto no es más que una coincidencia geográfica. “No hay razones recónditas en ello, aunque también hay que decir que Camagüey tiene una tradición de civismo que se remonta a la Colonia y al surgimiento mismo de la comunidad. De hecho, no he conocido una idiosincrasia tan fuerte dentro de Cuba como la camagüeyana, y tampoco he conocido una preocupación tan acendrada en las cuestiones de la ciudadanía y de la educación cívica, como la veo en nuestra ciudad”.

La entrevista que leerán a continuación indaga sobre la misión de Memoria Cívica dentro del complejo escenario de la sociedad civil cubana. Desde el Observatorio de Derechos Culturales aupamos este feliz nacimiento y coincidimos con Mario cuando este puntualiza que un proyecto de esta naturaleza tiene que estar dispuesto no solo a producir y traer a la memoria ideas y experiencias cívicas profundas, sino también a interpretar y dialogar con el lenguaje de las necesidades vitales del cubano; donde a la par que se alistan las carencias económicas, emergen las otras necesidades, las que llegan desde el corazón mismo de la sociedad cubana, y que son enunciadas, públicamente incluso, mediante palabras como libertad y derechos.

No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero en cuanto leí la presentación y revisé la página web, pensé en Memoria Cívica como un proyecto educativo, lo que le da una carga de acción importante. No digo que el trabajo académico no la tenga también, pero la academia tiene canales específicos y convoca a una comunidad ya prefijada, al menos en primera instancia. Ustedes están apelando todo el tiempo a la ciudadanía. Así que empecemos por ahí:

¿Qué entienden por ciudadanía y por memoria cívica? ¿Pueden enseñarse estas dimensiones?

En efecto, has mencionado dos cosas que son fundamentales para nosotros: la educación y la ciudadanía. Lo educativo es algo que apenas comienza a perfilarse, pero que inobjetablemente tendrá una presencia en todo lo que hagamos. Educar para la ciudadanía posible, entendida esta como el derecho a habitar y pertenecer a una nación, y al mismo tiempo como una responsabilidad en los derroteros de esa nación, que más que un lugar geográfico es un espacio de comunión para quienes comparten idiosincrasia, historia y cultura. Alguna vez fuimos esta clase de ciudadanos y ensayamos un proyecto de república que quedó trunco. Ahora bien, ese capítulo de la novela nacional dejó una memoria del civismo que necesariamente debemos recordar, pues en ella están las raíces de una democracia autóctona que puede ser reconstruida, y por qué no, instruida a los connacionales en Cuba y la cada día más numerosa diáspora. Antes que enseñar, aprender; dar el ejemplo de que se puede aprender a ser personas cívicas, justas y libres, es nuestra misión primordial.

¿Por qué apelar a la memoria cívica en un momento de quiebre no sólo de la nación cubana, sino hasta de las posibilidades más elementales para sobrevivir individual y colectivamente?

Bueno, por suerte nadie en el proyecto cree en un concepto materialista o marxista de la historia. Si miras bien, parece natural precisamente lo contrario: los mayores momentos de espiritualidad y conciencia nacional en Cuba han surgido en las peores crisis económicas. Lo que está en quiebre es el sistema castrista, pero no la nación cubana, que es un bien mayor e imposible de quebrar mientras exista un cubano que quiera ser llamado así. No queremos que Memoria Cívica sea una figura más en la estatuaria intelectual y académica de la isla. Proponemos una memoria proactiva, que pueda impulsarnos desde el pasado hasta un futuro donde construimos nuestra democracia. Esa memoria es imprescindible para el presente, en tanto que memoria cívica, comprometida con el tiempo que nos tocó vivir, por muy difícil que sea. Hay crisis, pero los cubanos ya aprendieron a exigir libertad, y eso no tiene retroceso. ¿Un momento para empezar a construir valores democráticos e instruir al pueblo en sus demandas sociales? ¡Este!

El proyecto completo es en realidad un compendio de proyectos: Ediciones Memoria, la Biblioteca de Autores Cubanos, los diferentes podcasts que componen el Laboratorio de podcasting, entre otros. Es evidente que fue curado, por la sinergia que se muestra entre las distintas partes que lo componen, pero también por la autonomía de cada una de esas partes. Me gustaría que me hablaras un poco más del ritmo interno del proyecto y también de los roles de sus integrantes.

¿A qué aspira el proyecto a corto, mediano y largo plazo? ¿Cómo piensan conseguir sus objetivos?

Así es, una suma de proyectos aunados en la plataforma Memoria Cívica. Internamente decidimos dar prioridad a los pilares más fuertes, como las Ediciones o el Laboratorio de podcasts, aunque algo que centrará nuestros esfuerzos serán las acciones cívicas. Es decir, que todo cuanto hacemos, sea palabra escrita, hablada, debatida, comentada, tributará a su diseminación entre un público que aspiramos a cultivar, en toda la acepción de la palabra. Libros, pero para ser difundidos y releídos en vivo con sus lectores; podcasts, pero que lleven de lo auditivo a lo investigativo, a una pragmática del conocimiento histórico; conferencias, charlas, cursos, no para fomentar la tradición cubana del chachareo, sino para ampliar el espacio de participación de la cultura cívica con nuestros interlocutores.

Dentro de la plataforma, varios de nosotros tenemos roles definidos por los proyectos que aportamos a Memoria Cívica. En mi caso, las ediciones de libros y la biblioteca; en el del historiador y podcaster Alenmichel Aguiló, los podcasts; Luis Carlos Hernández es nuestro community manager, además de podcaster; en todo se puede ver el diseño del artista visual José Luis de Cárdenas. Esto que acabo de resumir es el consejo de dirección de la plataforma, como puede verse en el Quiénes somos de la página web. Otros intelectuales como Rafael Almanza, Luis Alberto Mariño, Micaela Hierro, Waldo Fernández Cuenca, Amilkar Feria, Juan Pablo Estrada, Juannier Rodríguez y Camila Lobón, han colaborado en los proyectos de MC y hemos creado alianzas con instituciones independientes como el Observatorio de Derechos Culturales y la Asociación Cultura Democrática. Aumentar y fortalecer estas colaboraciones y alianzas es otro de nuestros objetivos.

En la entrevista que diste al periodista Waldo Fernández Cuenca sobre Ediciones Memoria, hablas de que no tienen una concepción unívoca del libro. Eso es muy interesante, porque si enumeramos las diferentes iniciativas que componen Memoria Cívica hasta ahora, la palabra escrita, asentada, tiene un peso importante. Pero también otorgan un lugar a la palabra hablada, al performance de la reflexión, lo que le da un valor comunicativo peculiar al proyecto, yo diría que hasta experimental si pensamos en el entorno cubano.

En ese sentido, me gustaría saber si pensaron en la especificidad de los públicos y en las diferentes maneras en que se consume hoy en día el conocimiento, sobre todo por parte de los jóvenes. ¿Cómo sintonizan esa proyección hacia públicos específicos con la interpelación a la ciudadanía en general?

Y como colofón ¿cómo sincronizan las dimensiones de la investigación y la comunicación, si tenemos en cuenta que muchas veces estas transcurren en tiempo diferentes; la inmediatez y hasta urgencia de la comunicación frente al largo aliento de la investigación? ¿Por qué ambos tiempos son importantes para el futuro de cualquier proyecto, pero también para la evolución de toda sociedad?

Exacto, tiempo y formato son dos dimensiones que configuran nuestra visión de la plataforma. Sabemos que, de forma aislada, un proyecto enfocado en un determinado tiempo y que se produce o se difunde en un único formato, delimita de antemano el público potencial al que se dirige. Sin embargo, un libro que se publica en formatos digital e impreso, pero que además se convierte en audiolibro, en podcast, en presentaciones y charlas online, en conferencia y en acción cívica, es una obra que se multiplica y que pervive al derrotero tradicional de los libros. Esto por poner un ejemplo. Sucede lo mismo con las investigaciones, los podcasts, los documentales y todos los formatos que cubrimos. Diversificar esos formatos es una ganancia que consecuentemente puede conquistar un público mayor. En Memoria Cívica fomentamos el pensamiento contemporáneo en la sección Bitácora, que, como indica su nombre, apunta a un archivo constante de ese pensamiento, una investigación cotidiana de la realidad de Cuba que en algún momento puede sopesarse en el formato del libro, del podcast, etc. Es lo que propone desde sus inicios Ediciones Memoria en sus dos líneas editoriales: el rescate de obras del pasado censuradas u olvidadas por la ideología post ’59 y el archivo del pensamiento que se gesta de manera independiente en la Cuba de hoy. Ganada la batalla de la información al régimen, ¿por qué no ganarle también la de la reflexión y de paso ayudar a desintoxicar a los cubanos de tantos años de adoctrinamiento y reescritura orwelliana de la historia?

La investigación que llevan adelante en Memoria Cívica se focaliza en autores, ideas y procesos que han sido excluidos del flujo cotidiano de la vida del país por razones fundamentalmente políticas. No ha sido un error, ha sido una estrategia para que desaprendamos algo. En el punto que nos encontramos hoy, ¿crees que solo iniciativas completamente independientes quieran y puedan desempolvar el acervo de reflexiones, debates, y conocimiento acumulado de pensamiento y acción cívica cubanas? ¿Qué lugar le darías a proyectos y organizaciones independientes en la vida de cualquier sociedad democrática y cómo imaginarías la relación de ellos con las instituciones oficiales y de carácter nacional en un contexto no totalitario?

Que existan organizaciones y proyectos independientes es una consecuencia directa del civismo. Es difícil imaginar a una institución del Estado en el ejercicio de contradecir el discurso oficial. A lo más que han llegado es a un revisionismo oportunista, o al deshielo de figuras que necesitan “perdonar” para un fin político casi siempre recóndito e interesado. En cualquier caso, no es al Estado al que le corresponde esta misión. Es a nosotros, los ciudadanos, los que nos toca decidir qué es valioso en nuestro acervo y qué necesitamos tener en cuenta para construir el presente y pensar el futuro. Por suerte, al menos en el ámbito del periodismo, los medios independientes han demostrado categóricamente que la verdad no es una razón de Estado. Hay que seguir ese ejemplo y demostrar que tampoco lo son la historia, la cultura, la educación, etc. Para que haya democracia, es imprescindible que la sociedad asimile estos fenómenos y que el Estado respete y apoye el trabajo de las iniciativas independientes. Sólo así lo que llamamos bienes de la nación pueden obrar un efecto benéfico sobre el destino del país.

Creo que todo proyecto que apele, como ustedes lo hacen, a educar sobre responsabilidad ciudadana, activando nuestra memoria cívica, no puede dejar de lado lo que se ha producido en el exilio sobre este particular, durante estos últimos sesenta años. La nación cubana ahora mismo presenta números de dispersión geográfica inéditos.

¿Cómo concibe Memoria Cívica la relación con el exilio y cómo cree que está dispersión pueda ayudar en la reconstrucción presente y futura de nuestra patria?

Como te decía, la nación cubana es más que un lugar geográfico. Todo lo que he dicho aquí aplica desde luego a esa gran parte de los cubanos que vive en la diáspora. Y es una diáspora muy rica, que ha diversificado el concepto de cubano allí donde se ha mezclado con la cultura de llegada. Es de todos, los cubanos de aquí y de allá, la responsabilidad de salvaguardar la memoria cívica de la nación y más aún, participar del diálogo posible para la construcción de una Cuba futura. La diáspora tiene la ventaja de acceder desde ya a los valores democráticos de otras naciones. Su misión inmediata sería aprender y aprehender esos valores para la edificación de una democracia que pueda ajustarse al ser cubano que cada vez se modifica más, debido precisamente a ese fenómeno de emigración inédita. Fíjate que en Miami se habla de un exilio histórico, ¿y eso qué es, sino memoria cívica de la primera gran diáspora? A este exilio presente y al que está por venir sólo podemos pedirles que no olviden su responsabilidad con la República Libre de Cuba, un ansia compartida, estoy seguro, por la mayoría de los que aman esta isla.

Aunque parezca que voy de delante hacia atrás, dejé esta pregunta para el final con toda intención, porque estoy convencida de que un proyecto tan abarcador no sale de la nada. Puedes hablarme de qué lo provoca y de los antecedentes. Remarco que con antecedentes me estoy refiriendo también a experiencias de vida, y a realidades espirituales, además de materiales.

Hay que mencionar aquí una serie de proyectos que anteceden a Memoria Cívica y que han modelado nuestra visión de Cuba a lo largo de los años. El primero de todos es la Peña del Júcaro Martiano, una de las instituciones independientes más longevas dentro de la sociedad civil cubana, coordinada desde Camagüey por el escritor y maestro Rafael Almanza. Alenmichel, Luis Carlos, José Luis y yo, fuimos asiduos participantes de la Peña, que se estuvo haciendo durante 25 años en la casa de Almanza y que en la actualidad ha pasado —avatares por medio— al formato online. De la Peña y de la labor encomiable de Almanza pudiera estar hablando horas, pero baste decir que esa iniciativa fue el germen fundacional para la formación cívica de muchos cubanos. Más tarde, algunos peñistas coincidimos en la plataforma del Grupo Ánima, cuya misión comulgaba en línea directa con las ideas que defendemos hoy. Por último, hay que resaltar el apoyo de la ONG Asociación Cultura Democrática, que no sólo alentó los proyectos que componen actualmente MC, sino que propuso la idea de una unidad de esas iniciativas. Y paralelo a todo esto, cada uno de nosotros, en su anhelo particular, coincide en la imperiosidad de una democracia autóctona para Cuba. No hay que esperar a la caída del régimen para comportarnos como demócratas cubanos y ayudar a otros a hacer lo mismo.

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