Waldo Fernández Cuenca
Indiscutiblemente, quien se acerque a la historia de la prensa en Cuba antes de 1959, se topará con los libros de Octavio de la Suarée Tirapo, uno de los escritores y periodistas más soslayados en las últimas décadas en Cuba. Pues, aunque su nombre aparece en el Diccionario de la Literatura Cubana, editado en 1980, nunca más después de 1959 su obra literaria y periodística en Cuba se ha vuelto a mencionar.
Sin embargo, este cardenense nacido en 1903 fue todo un precursor en el campo del periodismo. Al menos dos generaciones de periodistas en la República se formaron leyendo sus libros y oyendo sus exquisitas conferencias en la “Márquez Sterling”, escuela de la que fue su más fiel secretario y director por tres años.
De la Suarée se vincula desde muy joven a las publicaciones de su Cárdenas natal. Colabora con El Imparcial y El Jején y llega a dirigir la revista literaria Cumbre. En 1921 se traslada para La Habana, donde escribe en varias publicaciones de efímera duración y en el Diario de la Marina.
En 1929 emprende un viaje por Europa que lo lleva a varios países como España, Bélgica y Francia; en esta última nación toma un curso de civilización francesa en La Sorbona y aprende el idioma francés. De regreso a Cuba en 1933 llega a ser corresponsal de la revista parisina Études de Presse. Ya para esa fecha el joven intelectual tiene publicados dos libros de poesía y dos novelas. La última de estas novelas la termina de escribir en Barcelona en el año de la caída de Machado y versa sobre la bohemia parisina y la idiosincrasia francesa; sólo he podido hallar un ejemplar de En el país de las mujeres sin senos, novela de la vida francesa, en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística. De su primera novela solo conozco el título: La porcelana en el escaparate, novela sin amor al amor, de 1927 y, según consta, por ella “el autor fue laureado con dos meses y un día de prisión, que cumplió en el Castillo del Príncipe”, pero en mi búsqueda por las bibliotecas cubanas no he podido hallar ni un ejemplar de esta obra.
En la década del 30, además, De la Suarée escribe breves semblanzas de dos periodistas de vida muy sui generis, las obras son La brava criolla, biografía del periodista espadachín Francisco Varona Murias y San Miguel, periodista millonario. Ambos libros también —hasta el momento de escribir estas líneas— son inencontrables en las bibliotecas de la capital. El escritor matancero dejó además una novela inédita, El obstáculo, o grado en la conciencia, de la cual desconozco si llegó a ver la luz. Ya para 1939 la Premio Nobel de Literatura chilena Gabriela Mistral tiene palabras de elogio para la obra de este periodista: “La prosa de De la Suarée es excelente, en ella el más pesado giro se desliza; prosa de verdadero escritor y en la que se siente la experiencia del oficio. Su libro me ha hecho pensar”. Aunque no sabemos exactamente a qué libro se refiere la chilena.
Pero sin duda sería en la década del 40 donde este escritor, poeta y periodista alcanza su madurez intelectual y da a la imprenta tres obras fundacionales del periodismo cubano. Su Manual de Psicología aplicada al Periodismo (1944) es la primera en idioma español y una de las primeras en cualquier lengua que expone los estrechos vínculos entre estas dos profesiones. De la Suarée le otorga una importancia fundamental al aprendizaje por parte de los periodistas de conocimientos básicos en psicología, pues el periodismo es una profesión de servicio público, de mediación y de constante interacción con todo tipo de personas. Dicho libro conocería una segunda edición en 1954 y además no es el único escrito en Cuba donde se combinan ambas profesiones, en fecha posterior un periodista de la región oriental, Gelasio Ortiz Columbié, escribió Sicología aplicada al Periodismo, con una vocación más didáctica. Sin embargo, ninguna de estas obras ni siquiera le es mencionada a los periodistas que hoy se gradúan en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
Su segunda obra, Moralética del Periodismo, una indagación sistemática de la conciencia profesional (1946), es el primer libro cubano y uno de los primeros de América Latina donde se aborda el vital tema de la ética periodística, dicho empeño mereció el elogio de prestigiosos académicos y periodistas de todo el continente, vale la pena recoger fragmentos del académico boliviano José Medrano Ossío de la Universidad de Potosí: “Moralética del Periodismo es lo mejor que hasta la fecha he leído sobre tan importante materia. Pasar sus páginas significa saturarse del pensamiento humano sobre tan importante actividad. Despierta un optimismo sano en medio de tanta miseria que hoy día nos muestra la humanidad (…) En medio de tanta adulteración de las cosas; en medio de tantísima infamia, que un libro como ese venga a presentarnos las verdaderas reglas de la moral que embellece el derecho de libre expresión, es realmente un hecho que nos robustece la Fe”.
Un periodista español, José Altabella, expresó sobre esa obra: “Moralética del Periodismo es un libro magnífico, de impresionante valor periodístico y pedagógico, no ya sólo por la doctrina que encierra sino por la suma de valores de documentación, exposición, experiencia, virtud y amor por la Prensa, que se desprende de todos sus capítulos y de cada una de sus páginas (…) Libros así honran a Cuba y a su autor y prestigian internacionalmente nuestro combatido oficio”.
Muchos de los intelectuales que leyeron esa obra coinciden en señalar su carácter inédito y fundacional sobre el tema de la ética en el periodismo. A pesar de ello el destino de esta obra en Cuba —sobre todo en el nivel superior— ha sido el olvido total. Es cierto que por su antigüedad, Moralética del Periodismo tiene ya algunos acápites desactualizados, pero la actitud y acción humana difícilmente cambiarán en este y los próximos siglos, por lo que la obra de la Suarée es de un valor inestimable y es un error muy lamentable que no se estudie.
Apenas dos años después (1948), De la Suarée da a conocer uno de sus libros más ambiciosos y extensos: Socioperiodismo: un examen a escala mundial de las manifestaciones sociales de la prensa, una obra sin parangón en toda la América donde el cubano examina el estado, las peculiaridades y los problemas de la prensa a nivel mundial, región por región. Es un libro sumamente abarcador, pues el periodista examina la prensa de todos los continentes, desde América hasta África, pasando por Europa, Asia y Oceanía y se adentra en las características particulares de la prensa de más de una veintena de naciones, entre ellas, por supuesto, Cuba. Es una obra rara y obviamente bastante desactualizada para estos tiempos, pero habla de la pasión y la dedicación de este intelectual por hacer del periodismo una ciencia.
Este intelectual es además el principal redactor del Código Moral Profesional del Colegio Nacional de Periodistas, documento rector que sirvió de base y guía a todos los periodistas hasta 1959. Ganó además el premio periodístico Enrique José Varona en octubre de 1945 con el artículo “La vida humana, artículo para propaganda de guerra”, publicado en el vespertino Avance.
Ya para esa fecha un gran cubano el político y escritor Carlos Márquez Sterling expresó sobre De la Suarée: “Si en Cuba, como en los demás países civilizados, el periodismo y sus hombres fueran premiados de acuerdo con sus capacidades, sería hace rato director de periódicos, pues, en verdad, es uno de sus más dignos representativos”.
Después, al asumir la dirección de la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling”, De la Suarée abandona la labor investigativa, aunque a su desvelo se debe un excelente ciclo de conferencias sobre los problemas y características de la prensa, impartidas por varios de los mejores periodistas cubanos a principios de la década del 50. Desde esa fecha el periodista aboga por crear una Sociedad Cubana de Estudios de Ciencia de la Prensa,como existía ya en varios países de Europa. El golpe de Estado de Batista, en marzo de 1952, paraliza el proyecto; tres años después la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público de la Universidad de La Habana intenta abrir un Instituto Superior de Periodismo, con una carrera complementaria a la de la Márquez Sterling y el objetivo de que los periodistas alcancen una cultura más general y obtengan el título de Periodista Universitario. A este proyecto el único periodista que se opone de manera pública es Octavio de la Suarée, quien argumenta que el plan de estudios no supera al de la Márquez Sterling, pues omite varias materias importantes. De la Suarée exhorta a las autoridades universitarias a crear una Facultad de Ciencia de la Prensa, si de verdad desean elevar la categoría académica de los periodistas cubanos[1].
Pero ni lo uno ni lo otro pudo concretarse, pues la crisis política del país lo impidió, la universidad cierra en 1956 y no abre sus puertas hasta que los rebeldes llegan a La Habana en los primeros días de 1959.
En su fecunda trayectoria profesional, Octavio de la Suareé recibió varias distinciones nacionales, como la de Caballero de la Orden Nacional de Mérito “Carlos Manuel de Céspedes” y Caballero de la Orden Cubana “Carlos J. Finlay”, fue distinguido además con el Premio Nacional “Ruy de Lugo Viña” del Ministerio de Educación. Llegó a ser académico de honor de varias universidades europeas, estadounidenses y latinoamericanas y miembro honorario de diversas asociaciones de intelectuales a nivel regional.
En los últimos años de Batista en el poder, donde la censura hizo estragos en la prensa cubana, De la Suarée publica dos libros de crítica de arte: Drogmán de Arte, 12 críticas y Adras, 12 críticas de arte.
Según mis investigaciones, no consta que este intelectual estuviera vinculado directamente con el gobierno de Batista como expone el Diccionario de Literatura Cubana[2], pues celebra como la mayoría del pueblo la caída de la dictadura y asume nuevamente en los primeros meses del triunfo revolucionario la Secretaría de la Escuela de Periodismo; de hecho, en el único artículo que encontré sobre De la Suarée en internet, el periodista Juan Gargurevich afirma que “fue de los periodistas que más encarnizadamente se opuso a Batista”[3], aunque en desacuerdo con la inclinación socialista del nuevo gobierno abandona el país en 1960 y marcha a Estados Unidos.
Desconozco la fecha de su muerte, pero Gargurevich afirma que ejerció como profesor en Estados Unidos hasta su muerte, ocurrida treinta años después de su salida definitiva del país. Deseo finalizar este trabajo con las palabras del propio Juan Gargurevich, un periodista latinoamericano que por esas contradicciones del destino sí se estudia en la Facultad de Comunicación, dicha cita demuestra la valía intelectual de uno de los periodistas cubanos más olvidados: “El periodismo cubano tiene una deuda de reconocimiento con este distinguido compatriota así como con muchos otros compatriotas que marcharon al exilio o se retiraron del oficio batidos por la ola revolucionaria. Pero que habían forjado —repetimos— un gran periodismo de opinión y reportaje”.
(Publicado originalmente en Palabra Nueva)
[1] Octavio de la Suarée, “Por una Facultad de Ciencia de la Prensa que doctore en Periodismo”, La Habana, Imp. E Jiménez, 1955.
[2] “Octavio de la Suarée”, Diccionario de la Literatura Cubana, Tomo II, Editorial Letras Cubanas, 1980, p. 966.