Los atentados contra las principales figuras represivas del último mandato de Fulgencio Batista fueron una de las tácticas más usadas por todos los movimientos que se opusieron, mediante la vía armada, contra ese régimen de facto.

El que más utilizó esa modalidad fue el Directorio Revolucionario (DR). El momento cumbre de ese grupo de acción —creado en el seno de la Universidad de La Habana— fue el asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, para ultimar a Batista. Pero la acción fracasó de manera rotunda.

Unos meses antes, el DR había asesinado a Antonio Blanco Rico, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), al salir este del ya desaparecido cabaret Montmartre. El plan original era liquidar al Ministro de Gobernación, Santiago Rey Pernas, pero el día que decidieron ejecutar la acción, Rey Pernas no se encontraba en ese centro nocturno.

Sin embargo, uno de los militares que más deseaba ultimar el DR era al entonces jefe de la Quinta Estación de Policía de La Habana, Esteban Ventura Novo, quien ha pasado a la historia por haber dirigido las operaciones del 20 de abril de 1957, en que se masacraron a cuatro de miembros del Directorio Revolucionario escondidos en el edificio de Humboldt 7.

Ventura Novo sería uno de los que huiría junto a Fulgencio Batista en la madrugada del 1ro de enero de 1959. Al año siguiente decidió publicar un libro de relatos sobre su vida en Cuba como policía. En ese libro, el represor afirma que pudo conocer de al menos siete atentados en su contra, la mayoría pensados y ejecutados por los miembros del Directorio Revolucionario. El militar asegura que si salvó la vida en todos ellos fue por los informantes que tenía tanto dentro del DR, como de todos los movimientos armados que se oponían a Batista.

Aunque enumera siete, Ventura sólo describe cinco de ellos y de uno deja algunas dudas sobre cómo sus enemigos podían llevarlo a cabo[1]. Sin embargo, el policía no menciona uno que varias décadas después revelaría el miembro del DR, Guillermo Jiménez Soler, en un conversatorio con dos jóvenes, diálogo que hasta hoy permanece inédito[2].

Jiménez Soler narra que el plan era asesinar a Ventura desde un apartamento ubicado cerca de uno de los laterales de la Quinta Estación de Policía, enclavada en la calle Belascoaín. El apartamento pertenecía a dos señoras mayores que eran familia de los hermanos Fornet, dos miembros del Directorio. La ubicación de la vivienda permitía alcanzar a Esteban Ventura con un rifle que tuviera mirilla telescópica.

“Convencimos a las señoras para que abandonaran el país por barco y les ofrecíamos dinero. Ellas aceptaron. Estuvimos chequeando el lugar por varias semanas y ya lo teníamos casi todo para ejecutar el plan. Habíamos coordinado la salida del país de las mujeres, teníamos algunas armas, aunque no llegamos a conseguir el arma con mirilla telescópica e íbamos a tirar con las armas que teníamos. El plan se aborta de manera imprevista porque ascienden al grado de coronel a Esteban Ventura y él se va de la Quinta Estación”, dice Jiménez[3].

El miembro del DR confiesa que el traslado de Ventura lo contrarió mucho. “Yo me sentí tan mal por eso que hasta lloré. A Ventura era muy difícil agarrarlo, porque sabía escabullirse muy bien y ya en ese momento lo teníamos bastante chequeado”[4].

Lamentablemente en la conversación no se precisa la fecha exacta en que Jiménez Soler ideó este plan para terminar con la vida de Esteban Ventura.

Pero apenas Jiménez termina de narrar el plan de asesinato, uno de los jóvenes le señala una idea que parecía obvia, o al menos eso cree su interlocutor: “Se supone que en los alrededores, la Policía debe crear un cordón de seguridad para precisamente evitar un atentado de ese tipo”.

A lo que Jiménez se sincera: “Eso vino después con la Revolución. Parece que la Revolución aprendió mucho. Esa gente (la policía de Batista) eran malos, pero nosotros éramos más malos que ellos porque de no ser así hubieran acabado con todos nosotros. Los cuerpos represivos en aquella época no usaban técnicas policiales avanzadas. Lo que más se usaba era la delación y la fuerza bruta. Ellos no tomaban tantas medidas de seguridad y control, afortunadamente para nosotros, porque si no, nos hubieran liquidado”[5].

Esteban Ventura Novo moriría en Miami en 2001, mientras que Jiménez Soler falleció en La Habana el 8 de mayo de 2020, sin que la prensa oficial del régimen recogiera este deceso. El antiguo miembro del DR cayó en desgracia en 1964, luego del juicio político a Marcos Rodríguez Alfonso, cuando este último fue acusado de ser el presunto delator de los asesinados por la policía de Batista en el edificio de Humboldt 7, en El Vedado capitalino.

Décadas más tarde, Jiménez Soler se dedicaría por entero a la investigación histórica y publicó dos libros de referencia para entender la Cuba precastrista: Las Empresas de Cuba (1958) y Los Propietarios de Cuba (1958). Dichas obras, aunque desprovistas de juicios de valor, revelan cuánto progreso económico alcanzó Cuba hasta la llegada de Fidel Castro al poder. Su autor le confesó a quien escribe estas líneas que fue muy complicada y burocrática la publicación de sus libros en la isla.

Justo es decir que “Jimenito” —como lo conocían sus más allegados— fue uno de los miembros del DR que más entrevistas concedió a los investigadores que desearon conocer la historia de esa organización y uno de los más locuaces a la hora de reflejar las evidentes contradicciones que siempre tuvieron con el Movimiento 26 de Julio, en especial con Fidel Castro.

Por ello y por su obra posterior, su muerte pasó inadvertida para el Gobierno cubano. Guillermo Jiménez Soler fue y lo es aún, un investigador incómodo para quienes hoy detentan el poder en Cuba.

 

 

 

 

 

  1. Memorias, por el teniente coronel Esteban Ventura Novo, noviembre, 1960, copia digital, pp. 265-267.

  2. Conversatorio grabado en 2008 por Rosario Alfonso Parodi y Lester Sibila Caraballo con Guillermo Jiménez Soler. Se cita con autorización de uno de los participantes.

  3. Ibídem.

  4. Ibídem.

  5. Ibídem.

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