
No podía faltar otro bayamés en la Convención. El primer alcalde electo en la segunda villa de Cuba tras el fin de la dominación española. Como es de esperar, José Fernández de Castro Céspedes pertenecía a una familia que formaba parte de las élites locales. Perteneció al grupo de delegados que se consideraban independientes. Habían recibido quizá el apoyo de algún partido, pero no militaban en ninguno. Esa independencia no duraría mucho en la política de la República, pero en el momento de la Convención era tendencia. Pepe, como le llamaban los contertulios, permanecería sirviendo en el Congreso de la República durante años. Su muerte tuvo lugar en La Habana el 11 de enero de 1916.
Nació el 21 de junio de 1858, de manera que era todavía un niño cuando la Guerra Grande asoló su ciudad natal. Su padre era un ilustre abogado que apoyó la causa independentista. Unirse al movimiento separatista era cuestión de familia. José terminaría la guerra con apenas 20 años y los grados de capitán. Tendría que esperar hasta al 10 de julio de 1895, con 37 años cumplidos, para unirse nuevamente al Ejército Libertador. El 16 de agosto de 1895 ya era ascendido al grado de coronel. En enero del año siguiente comandaba un regimiento que operaba en la zona de la que era originario.
Se mantuvo maniobrando en la parte más occidental de la provincia durante todo el año. Para finales de 1896 incursionó en la parte oriental del Camagüey bajo las órdenes de Calixto García. Participó en el ataque y toma de Guáimaro entre el 17 y el 28 de octubre. Esta fue una de las operaciones más destacadas en esta etapa de la guerra. El 8 de diciembre de 1896 ocupó el cargo de inspector del Segundo Cuerpo. El Ejército Libertador estaba dividido en seis cuerpos.
El Primer Cuerpo operaba en la parte sudoriental de la provincia de Santiago de Cuba. El Segundo se correspondía con la provincia de Puerto Príncipe hasta la trocha de Júcaro a Morón. El Tercero abarcaba a la provincia de Las Villas, aproximadamente a partir de la trocha. El Cuarto operaba en Matanzas, el Quinto en La Habana y el Sexto en Pinar del Río. Cada Cuerpo solía tener dos divisiones. El Segundo Cuerpo al que pertenecía Fernández de Castro tenía cuatro. Las divisiones estaban compuestas por brigadas, casi siempre dos, pero variaba de una a tres. Las brigadas estaban conformadas habitualmente por regimientos.
Como inspector, Fernández de Castro debía supervisar el estado de las fuerzas, el orden interior, la disciplina, el uso de los recursos. A los pocos meses, en marzo del ‘97, sería designado jefe de despacho del Cuartel General del Departamento Oriental. Posición que desempeñaría muy cerca del jefe del Departamento, Calixto García. Así participó también en el ataque y toma de Las Tunas entre el 28 y el 30 de agosto de ese año. En esa ocasión acompañaba al Regimiento de Infantería Céspedes, que pertenecía a la Segunda Brigada de la Segunda División del Segundo Cuerpo.
En representación de ese Segundo Cuerpo asistió a la Asamblea Constituyente de la Yaya en octubre de 1897. La Asamblea de Jimaguayú, de septiembre del ‘95, estableció que de no alcanzarse la independencia dos años después de ser promulgada, debía convocarse otra Constituyente. Con ese propósito se reunieron los representantes de los seis cuerpos nuevamente. Ahí coincidieron varios futuros delegados a la Constituyente de 1900, que con Fernández de Castro sumarían seis. Estos serían: José Braulio Alemán, Salvador Cisneros, José Lacret Morlot, Domingo Méndez Capote, y Manuel R. Silva. A razón de cuatro representantes por cada cuerpo, también asistirían otras figuras interesantes de la historia de Cuba. Entre ellos: Carlos Manuel de Céspedes (hijo), Enrique Collazo, Fernando Freyre de Andrade, Eusebio Hernández, Aurelio Hevia, Pedro Mendoza Guerra y Cosme de la Torriente.
En La Yaya fueron renovados los poderes de la República en Armas para otros dos años. La Asamblea sesionó entre el 5 y el 30 de octubre ininterrumpidamente. Fernández de Castro tuvo un papel activo en las deliberaciones. Fue miembro de la Comisión de Actas que debía revisar la validez de las actas de los representantes electos. Una vez elegido el nuevo Consejo de Gobierno y disuelta la Asamblea, pasaría a ocupar nuevamente el cargo de inspector.
En marzo de 1898, Calixto García, ahora lugarteniente general, lo nombró jefe de las zonas y guerrillas de Cauto Arriba y Cauto Abajo. El 17 de abril sería ascendido a general de brigada. Para esa fecha ya la guerra estaba a punto de cambiar de rumbo con la entrada de los Estados Unidos. Fernández de Castro tuvo participación en las operaciones relacionadas con el asedio de Santiago de Cuba por las tropas cubano-estadounidenses, aunque no directamente. Se concentró en hostigar e impedir el avance de columnas españolas que pretendían reforzar la capital provincial.
Al terminarse la guerra se abrieron para Fernández de Castro las puertas de una intensa vida política. Primero en su localidad, donde estaban las bases de su popularidad. Luego en la escena nacional, aunque siembre desde la representación de su terruño. Su elección a la Constituyente no estuvo precedida por la afiliación a uno de los partidos que iban organizándose en el país. En Santiago de Cuba, desde muy temprano, se había formado un Partido Republicano que estableció alianzas con otras formaciones similares en la isla. Un grupo de orientales, entre los que militaba Fernández de Castro, argumentaba que era momento de unidad, no de partidos. Su elección, sin embargo, fue fruto de una alianza con el Partido Nacional Cubano. Aun así, al momento de su elección y durante su desempeño en la Constituyente, Fernández de Castro no militaría en ningún partido.
Esa situación cambiaría con el tiempo. El mismísimo primer presidente de la República, Tomás Estrada Palma, fue electo sin militar en ningún partido. Y así gobernó durante gran parte de su término. En determinado momento, sin embargo, la situación cambiaría y habría que afiliarse. Así sería la realidad de todos los que deseaban participar en la política. También para Fernández de Castro. Pero eso lo veremos el 21 de junio cuando conmemoremos su nacimiento.