Enrique Villuendas (imagen de archivo).

De Villuendas hablamos en septiembre, cuando conmemoramos su muerte temprana e infortunada, provocada por las refriegas políticas de la República. El joven abogado tuvo una vida breve, pero intensa. El delegado más joven a la Convención pasó prácticamente de las aulas universitarias a las fuerzas revolucionarias que peleaban por la independencia. Su astucia y su carisma eran notorios para sus contemporáneos. Era un político natural que sabía adaptarse en cada momento a las circunstancias sin necesidad de traicionarse.

Nació en Guanabacoa el 27 de diciembre de 1874. Su padre había sido militar, su situación económica era acomodada y no tuvo dificultad en garantizar a su numerosa prole una educación esmerada. Enrique fue siempre un alumno aventajado. No sólo había sido premiado con una inteligencia rápida y penetrante, también era un estudiante aplicado y consciente. Unía a estas cualidades un sentido del humor irreverente y la plena confianza en el dominio de sus facultades. Por un lado, le era fácil ganarse la admiración de sus superiores. Por el otro, no temía medirse en debate con viejas lumbreras cuya autoridad basada en la precedencia no lo intimidaban.

El 28 de junio de 1895, con apenas 20 años, se graduaría de Licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana. Su tema de graduación sería el derecho de propiedad, sus atributos y límites según el Código Civil español. El joven abogado había cumplido los deseos del padre. Ahora le correspondía satisfacer sus propias aspiraciones. Desde febrero la nueva guerra de independencia se extendía por los campos de Cuba. El levantamiento en occidente había fracasado y muchos de sus impulsores se encontraban prisioneros en el destierro. Unirse a la guerra directamente desde La Habana era en extremo difícil. Por eso en noviembre decidió embarcarse hacia los Estados Unidos y tratar de regresar en una expedición.

En Nueva York estuvo unos meses colaborando con la Delegación Cubana, pronunciando discursos, escribiendo artículos para Patria, hasta que en mayo alcanzó su objetivo. El día 9 de ese mes partió para Cuba en una expedición junto a su hermano Jorge, aún más joven que él. El 18 de mayo de 1896 desembarcaría en Punta de Ganado, al norte de Camagüey. A los tres meses ya colaboraba con Domingo Méndez Capote en la constitución del Cuerpo Jurídico del Ejército Libertador, por recomendación del presidente Salvador Cisneros. Los tres volverían a verse las caras como delegados a la Constituyente de 1900.

Trabajó durante un año como auditor, prestando su pericia técnica en materia jurídica a las necesidades de la República en Armas. En ese período conoció a José Miguel Gómez y se insertó en un grupo del independentismo que determinaría el curso posterior de su vida. El general José Miguel Gómez era el jefe de la Primera División del Cuarto Cuerpo del Ejército Libertador. El área de operaciones del Cuarto Cuerpo era la región de Las Villas. La Primera División actuaba en la parte oriental que se corresponde con la actual provincia de Sancti Spíritus. A Gómez le gustaba rodearse de jóvenes oficiales talentosos y cultos como Villuendas. El joven habanero encontró enseguida un aliado valioso en el general.

Desde septiembre del ‘96 Villuendas fue auditor de la división comandada por José Miguel Gómez. Otro Gómez, el General en Jefe, situaría su área de operaciones en la misma región durante la famosa campaña de la Reforma. Villuendas se haría asiduo de ambos y obtendría el favor de Máximo Gómez para abandonar el cuerpo jurídico y obtener mando de tropa. Así fue nombrado el 16 de agosto de 1897 jefe de Confidencias y Operaciones de la Trocha de Júcaro a Morón. Junto al nombramiento, le fue otorgado el diploma de teniente coronel.

El jefe de confidencias era una suerte de oficial de inteligencia, encargado de recabar información sobre el enemigo y sus movimientos. Utilizaba para ello una amplia red de espías y colaboradores en la zona. El don de gentes y la astucia natural de Villuendas se prestaron bien para el empleo. Sustituía a otro futuro delegado a la Constituyente, José Braulio Alemán, que pasaba a ocupar un cargo en el gobierno. Entre las funciones de Villuendas estaba también transportar a través de la trocha pertrechos de guerra para Las Villas. Debía garantizar las comunicaciones entre ambos lados de la trocha y facilitar el paso burlando las líneas enemigas.

José Miguel Gómez le entregó el mando de un regimiento a finales del ‘97. A inicios del ‘98 le nombró jefe de Estado Mayor de la división que comandaba. Durante el resto de la guerra participó en las principales operaciones en las que se vio involucrada la división. La guerra se acercaba a su fin con la entrada de los Estados Unidos. El 12 de agosto España firmaría un armisticio en el que se comprometía a abandonar la isla a los estadounidenses. Mientras tanto, Enrique y su hermano Jorge se encontraban enfermos de disentería. A Enrique lo ascenderían a coronel el 16 de agosto. En octubre serían evacuados ambos hacia La Habana, sin haberse recuperado aún de su enfermedad. El 6 de noviembre fallecería Jorge, con sólo 20 años, habiendo alcanzado el grado de teniente coronel.

El duelo de Enrique no pudo prolongarse demasiado. En diciembre, habiendo mejorado su estado de salud, volvió a trabajar para su antiguo jefe. José Miguel había sido elegido a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana. Se había creado una comisión encabezada por Calixto García con el propósito de entrevistarse con el presidente de los Estados Unidos para solicitarle un préstamo. Se trataba de la ambiciosa estratagema de la Asamblea diseñada para matar dos pájaros de un tiro. Garantizar el licenciamiento del Ejército Libertador y obtener el reconocimiento del gobierno de los Estados Unidos. José Miguel Gómez era parte de la comisión que viajaría a Washington y se llevó a Villuendas como secretario personal.

A su regreso de Estados Unidos otro antiguo jefe, Domingo Méndez Capote, reclamaría sus servicios. El gobernador militar Brooke había nombrado a Méndez Capote como secretario de Estado y Gobernación. Este a su vez nombraría a Villuendas jefe de Despacho de la Secretaría. El matancero Méndez Capote y José Miguel Gómez habían mantenido una relación cercana y cordial durante la guerra. El primero había pasado algún tiempo en el territorio del segundo antes de ser nombrado vicepresidente de la República en Armas. La política iría separando sus caminos. Ambos serían cercanos colaboradores de Tomás Estrada Palma durante su primera presidencia de 1902 a 1906. Cuando Estrada Palma decidió reelegirse tomando a Méndez Capote como vicepresidente y relegando a José Miguel, sus caminos quedaron separados definitivamente. Méndez se convirtió en un pilar del que sería luego el Partido Conservador. Gómez encabezaría al Partido Liberal, su eterno oponente.

A Villuendas no le alcanzaría la vida para ver el desenlace de estos acontecimientos, pero se decantaría por el villareño muy pronto. A finales del ‘99 Leonard Wood reemplazaría a Brooke como gobernador militar. El gabinete renunciaría en pleno para facilitar al nuevo gobernador la elección de un equipo de trabajo de su confianza. Villuendas abandonaría la Secretaría de Estado y Gobernación y sería designado fiscal de las audiencias de Pinar del Río y Santa Clara. El gobernador civil de esta última provincia era José Miguel Gómez. Sus caminos ya no se separarían más. Participaría en la creación del Partido Republicano Federal de Las Villas, el grupo político que lo llevaría a la Convención Constituyente en septiembre de 1900. Lo acompañarían en este empeño liderado por José Miguel Gómez y José de Jesús Monteagudo los demás delegados de Santa Clara a la Convención. Los republicanos coparon en Las Villas.

Fueron electos además de Villuendas, José Miguel y Monteagudo, hombres como Martín Morúa, José Luis Robau, José Braulio Alemán y Pedro González Llorente. Entre los miembros del partido había otros jóvenes prometedores, muy cercanos a Villuendas, como Orestes Ferrara y Carlos Mendieta. El alcalde de Santa Clara, Gerardo Machado, sería otro nombre notable dentro del grupo. Todos los mencionados ocuparon cargos de primera magnitud durante la República. Varios fueron representantes, senadores y gobernadores provinciales. Tres de los mencionados llegaron a ser presidentes de la República. Uno de ellos era magistrado del Tribunal Supremo.

Se crearían grupos republicanos en otras provincias que no llegaron a articularse como un único partido, pero funcionaban en coalición. Situarían en la constituyente otros nombres notables. Méndez Capote por Matanzas, Manuel Sanguily y José Lacret Morlot por La Habana, Juan Gualberto Gómez por Santiago de Cuba, sólo por mencionar algunos. Ahora bien, a la Convención fueron individuos, no partidos. Si bien es cierto que a veces las agrupaciones políticas decantaban los votos en una u otra dirección, los delegados solían actuar con independencia. Villuendas, que había sido designado secretario de actas junto a Alfredo Zayas, no tenía reparos en debatir con delegados de su propio partido. Eso sí, mantenía una lealtad a toda prueba hacia José Miguel. Sus desenfadados desencuentros con los delegados más viejos como González Llorente y Cisneros hacían las delicias de la prensa. Y estos eran hombres del bloque republicano.

Terminados los trabajos en la Constituyente, tocaba elegir al gobierno que encabezaría la República a partir del 20 de mayo de 1902. El gobernador militar nombró a Villuendas para formar parte como secretario de la Junta de Escrutinio que conduciría las elecciones. Lo acompañarían Méndez Capote como presidente y como vocales Alfredo Zayas, Martín Morúa y Diego Tamayo. Todos apoyaban la candidatura de Estrada Palma.

En las elecciones para el Congreso de la República, Villuendas sería electo para formar parte de la Cámara de Representantes. También ocuparía un escaño otro hermano suyo llamado Florencio. Mientras fungía como Representante tuvieron lugar los acontecimientos que desencadenaron su muerte. Sobre esos eventos hablamos detenidamente en septiembre pasado. La crisis política durante la cual fue asesinado, estuvo a punto de significar también el fin de la República tal y como había sido organizada. La República sobrevivió a duras penas. Villuendas quedó para siempre como el símbolo de una promesa incumplida.

Fuentes consultadas:

Ferrara y Marino, Orestes. Una mirada sobre tres siglos. Memorias. Plaza Mayor S.A., Madrid, [1975].

James Figarola, Joel. Cuba 1900-1928: La República dividida contra sí misma. Universidad de Oriente, [Santiago de Cuba], 1974.

Plasencia Padrón, Alexis. “Grupo Villareño, procederes en su conformación política (1895-1902)”. Tesis de opción al título de máster. La Habana, 2016. https://fototeca.uh.cu/files/original/2132257/Alexis_Placencia_Padron_[2016].pdf

Rodríguez, Rolando. Cuba, las máscaras y las sombras. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

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