Emilio Núñez (imagen de archivo).

Otro médico devenido militar, aunque esta vez se trata de un dentista, el que más alta graduación alcanzó como oficial de las filas mambisas. Nació en la provincia de Santa Clara, cerca de Cifuentes, que pertenecía a la jurisdicción de Sagua la Grande. Participó en las tres guerras independentistas del siglo XIX. Luego fue gobernador de La Habana, vicepresidente de la República y presidenciable frustrado hasta su muerte en 1922.

Como es el caso de muchos otros delegados a la Convención, las guerras separatistas cimentaron la popularidad de su nombre. Curiosamente, siendo villareño, su capital político estaba en La Habana. Por el contrario, Enrique Villuendas, otro delegado nacido el mismo día quince años después, era habanero cuyo capital político se encontraba en Las Villas. Emilio Núñez, no obstante, no dio sus primeros pasos notorios en nuestra historia en La Habana. Esos vendrían ya con la madurez. Al principio, era la guerra, y la guerra en su propio vecindario.

Por su edad, era apenas un adolescente a punto de cumplir 13 años cuando estalló la Guerra Grande. Concretamente en febrero de 1869 los villareños se alzaron siguiendo el ejemplo de orientales y camagüeyanos. Las condiciones eran duras para los cubanos y la guerra acabó por alejarse de Emilio Núñez. El contingente villareño tuvo que buscar refugio en Camagüey. Las fuerzas mambisas no regresarían a la zona hasta años más tarde.

Tras mucho esfuerzo, a inicios de 1875 fuerzas cubanas bajo el mando de Máximo Gómez iniciaban su campaña de Las Villas. Lo acompañaban, entre otros, los generales Henry Reeve y Julio Sanguily. El joven Emilio, que ahora contaba con 20 años, aprovecharía esta oportunidad para unirse a las fuerzas insurrectas bajo el mando de Henry Reeve. Su alzamiento, que tuvo lugar en julio de 1876, fue, sin embargo, un poco tardío. La campaña, cuyo objetivo era extender la guerra al occidente de la isla, perdía fuelle. Al mes siguiente de unirse Núñez a sus tropas, caería en combate Henry Reeve. En octubre, los jefes y oficiales villareños, inconformes con sus métodos disciplinarios, obligarían a Gómez a entregar el mando de la región a Carlos Roloff. Este último mandó a Núñez a operar en la zona del partido judicial de Sagua la Grande, de donde el joven mambí procedía.

Para el año siguiente la situación seguiría deteriorándose. El proceso de pacificación de la isla que culminaría en el Pacto del Zanjón de febrero del ‘78 comenzó en Las Villas durante el ‘77. El joven Núñez terminaría la guerra con grados de comandante y el deseo de continuar donde se había visto obligado a detenerse. En marzo del ‘78 depuso las armas, pero esta primera pacificación duraría muy poco.

En agosto del ‘79, justo antes de estallar la Guerra Chiquita, sería detenido de forma preventiva y enviado al Morro. De algún modo lograría escapar y unirse una vez más a las fuerzas insurgentes en el mes de noviembre. El fracaso de esta nueva sublevación no se hizo esperar demasiado. Justo un año después del alzamiento de Emilio la isla estaba prácticamente pacificada. Su nombre, sin embargo, se había hecho conocido. Comandaba el último grupo que con un centenar de hombres permanecía sobre las armas en el país. En una carta firmada el 13 de octubre de 1880, José Martí le recomendaría deponer las armas “no ante España, sino ante la fortuna”. La imposibilidad de sostener la guerra era palmaria. El futuro fundador del Partido Revolucionario Cubano le diría como consuelo:

No deja Vd. de ser honrado: el último de los vencidos, será Vd. el primero entre los honrados.

Así fue el coronel Emilio Núñez el último jefe en deponer las armas al terminar la Guerra Chiquita. El 3 de diciembre, el día en que se hizo efectiva, quedó señalado como la fecha del fin de la guerra. El joven oficial que estaba por cumplir apenas 25 años marcharía a los Estados Unidos donde permanecería durante varios años, incluso adquiriendo su ciudadanía. En la Universidad de Pensilvania, Filadelfia, se graduaría de cirujano dental en 1889. Durante ese tiempo contraería matrimonio con Dolores Portuondo y en el país norteño nacerían cinco de los seis hijos que tuvieron los cónyuges.

Los estudios y la familia no le impidieron seguir colaborando con los proyectos independentistas que afloraban regularmente entre la emigración cubana. Participó en el frustrado plan Gómez-Maceo de mediados de los ‘80 en el que coincidió una vez más con José Martí. De hecho, en un viaje de exploración a Cuba en 1884 fue capturado. Pudo volver a los Estados Unidos gracias a las gestiones familiares que lograron su liberación.

Emilio Núñez estuvo involucrado en la fundación del Partido Revolucionario Cubano junto a José Martí. A lo largo de los años siguientes trabajó intensamente en los preparativos para desatar la nueva guerra de independencia. Contribuyó a diseñar el malogrado Plan de Fernandina. La experiencia alcanzada en el trabajo con la emigración llevó a que permaneciera en Estados Unidos al estallar la guerra. En el ‘96 fue designado al frente del departamento de expediciones que contribuiría a nutrir de hombres y recursos al esfuerzo bélico de la isla. En ocasiones, sometiéndose al peligro de ser capturado por la flota española, viajaba hasta la isla para fiscalizar el arribo seguro de soldados y vituallas.

El movimiento expedicionario impulsado por la emigración en la Guerra del ‘95 fue infinitamente superior al de la Guerra del ‘68. La cantidad de recursos y hombres introducidos en la isla y su tasa de efectividad no tenían precedentes. La efectividad de Núñez como organizador jugó un papel importante es estos resultados. Como jefe de mar condujo personalmente una veintena de expediciones sin fracasar en ninguna. Esto le valió alcanzar los grados de general de brigada. Finalmente, a mediados de 1898 desembarcó para permanecer en Cuba y fue ascendido a general de división.

Terminada la guerra fue elegido para ser miembro de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana. La famosa Asamblea de Santa Cruz / El Cerro de la que hemos hablado al comentar las peripecias vitales de otros delegados. Fue elegido por el Cuarto Cuerpo del Ejército Libertador, que abarcaba la región de Las Villas donde había nacido. Fue uno de los pocos delegados que, como Diego Tamayo y Alejandro Ramírez, tomaron partido por Máximo Gómez en su conflicto con la Asamblea.

El gobierno militar estadounidense lo nombró en un cargo adjunto a la alcaldía de La Habana. Al renunciar Juan Ríus Rivera como gobernador de La Habana, el gobernador militar designó a Núñez para ese cargo. En septiembre fue electo para la Convención Constituyente por el Partido Nacional Cubano. Permanecería en el puesto de gobernador, esta vez por elección popular, en 1902 y continuaría en él hasta 1908. Esto, sin embargo, es una historia para contarla cuando conmemoremos su muerte acaecida el 5 de mayo de 1922. De Núñez queda por contar lo más interesante, así que sigan con nosotros.

Fuentes consultadas:

Rodríguez, Rolando. Cuba, las máscaras y las sombras. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

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