Fotografía tomada de Cubans In American

Tal fue el impacto que causó en el estudiante norteamericano su profesor cubano que no pudo dejar de patentarlo en su autobiografía My Life. El avispado joven estadounidense le pidió consejo a su maestro en busca de definir su vocación y el cubano, dueño de una imaginación singular, le expresó que elegir carrera era como optar por esposa entre diez mujeres hermosas, siempre te queda el dolor de la que no desposaste. 

Tanto el alumno como el maestro han dejado una huella en la historia de sus respectivas naciones. El primero: William Clinton, futuro presidente de Estados Unidos por ocho años y el segundo uno de los intelectuales más lúcidos que ha dado la isla en el siglo XX: Luis Enrique Aguilar León. 

Sería la tierra de Manzanillo quien vio nacer a este cubano el 16 de junio de 1925. Pero con apenas un año su familia se traslada a Cárdenas y allí vive sus diez primeros años de vida. Su padre —un representante del poder judicial— decide entonces mudarse para Remedios, en la antigua provincia de Las Villas y finalmente se asientan en Santiago de Cuba, donde el joven Aguilar León se casa y comienza su fecunda carrera intelectual. 

Alumno del Colegio de Dolores en Santiago, termina su bachillerato en el Colegio de Belén en La Habana y se gradúa de abogado con honores en la Universidad capitalina en 1949. Ese mismo año se gana una beca para continuar estudios en la Universidad Complutense de Madrid, España, debido a la excelente exposición de su primer ensayo sobre el pensamiento de Enrique José Varona y que vio la luz en la revista Trimestre, publicación dirigida por el historiador Ramiro Guerra. En ese trabajo el joven abogado se introduce en las diferentes aristas del pensamiento varoniano, tanto en la identificación del patricio camagüeyano con el positivismo, doctrina filosófica en boga, como en su producción literaria y la peculiaridad de su estilo signado —según el parecer de su exégeta— por la amargura1. Su impecable prosa avizora ya el brillante futuro del joven pensador.  

Al regresar a Santiago de Cuba obtiene por oposición la cátedra de Filosofía del Derecho en la Universidad de Oriente y en esa institución ejerce la docencia por varios años. A mediados de la década del ‘50 el destacado profesor decide trasladarse para La Habana a ejercer su profesión de abogado y comienza a colaborar con la prensa habanera, estrenándose como articulista político en las revistas Bohemia y Carteles y en el diario Prensa Libre. Ya en esos años Aguilar León es un voraz lector de filósofos hispanos como Ortega y Gasset y Xavier Zubiri y de la filosofía clásica alemana. Comienza además a identificarse con los postulados de la democracia cristiana. 

En 1957 la Sociedad Cubana de Filosofía le publica su libro Pasado y Ambiente en el Proceso Cubano. En dicha obra el intelectual señala su compromiso con los valores democráticos y con la nueva generación de cubanos que —por la vía armada— desean un nuevo destino para la isla, aunque Aguilar León rechaza la violencia como método de hacer política. Este libro es prologado y celebrado por Humberto Piñera Llera, presidente de la Sociedad Cubana de Filosofía, y es un análisis historicista del devenir cubano, donde el autor analiza el papel de las viejas y nuevas generaciones en la historia insular. Esta línea de pensamiento la continúa en sendos artículos aparecidos en la revista Carteles meses antes que Batista huya del país. 

El estudioso de Varona afirma en uno de esos trabajos que la generación más joven de aquella Cuba —abocada a una profunda revolución apenas unos meses después— tiene el deber de “planear, estudiar y difundir su doctrina, doctrina de realidades, que entre a fondo en la problemática cubana y muestre y cure viejas raíces venenosas, ancestrales vicios patrios que siguen laborando en lo profundo de la costra política (…) Porque ahora mismo, en estos días de prueba y dolor, hay voces susurrando que nada va a cambiar en Cuba, que el cubano es inmoral por naturaleza, que estas vidas nuevas germinarán en vicios viejos, que aquí no hay verdadero patriotismo, que, en resumen, que esto no lo arregla nadie. De todos nosotros depende el dar rotundo mentís a tantos pronósticos pesimistas, clamar y reclamar de todos el civismo, la dignidad, la acción y el estudio de la cosa cubana para salvar la paz en esta hora de lucha y contener a los luchadores cuando llegue la paz. Solo así podremos empujar un poco a esta isla tan dotada para la felicidad y tan absurdamente incapaz de conseguirla”2. Muchas de estas ideas llevadas al contexto de la Cuba actual pueden guiar el pensamiento y la acción de las nuevas generaciones en el proceso de cambios que vive la Cuba del siglo XXI.

En 1959 Aguilar asume la dirección del programa Universidad del Aire de CMQ, un espacio educativo fundado en la década del ‘30 por Jorge Mañach, y se mantiene como colaborador de Prensa Libre. Es fundador, junto a José Ignacio Rasco y otros intelectuales, del Movimiento Demócrata Cristiano, el cual tiene como objetivo fundamental difundir los postulados de esa corriente de pensamiento y para ello obtienen un espacio radial en Radio Capital Artalejo. Pero a mediados de 1960, en desacuerdo con la proyección de la revolución, Aguilar León se exila en Estados Unidos. 

En ese país desarrollaría una exitosa carrera como profesor en varias de las más prestigiosas universidades norteamericanas, cabe mencionar entre ellas la de Columbia de Nueva York, donde dictó un curso de Introducción a la Cultura Latinoamericana y en la de Georgetown de la cual terminaría después de tres décadas de labor docente con la condición de “Profesor Benemérito”, centro de estudios que póstumamente creó una beca con su nombre. En 1967 obtuvo un doctorado en Relaciones Internacionales por la American University de Washington D. C. y fue profesor visitante de otras universidades estadounidenses y latinoamericanas. Cornell University le publicó en 1970 su libro Cuba, 1933: Prologue to Revolution. De su autoría son además varios libros sobre la revolución cubana, entre ellos cabe destacar Cuba: Conciencia y Revolución (1971) y Reflexiones sobre Cuba y su futuro (1991). El cubano contribuyó al Cambridge History Latin America (1986) en su quinto volumen y fue fundador en 1988 de la Cátedra Emilio Bacardí Moreau sobre Estudios Cubanos de la Universidad de Miami. Dictó cursos sobre la realidad político-social de América Latina en Universidades de Francia e Inglaterra y ejerció como columnista del Diario de las Américas y El Nuevo Herald de Miami. 

Pero Lundy, como cariñosamente le llamaban familiares y amigos, amaba sobre todo la lealtad, la amistad y la sinceridad, sabía combinar en sus artículos periodísticos la seriedad académica con la gracia criolla y fue un profundo conocedor de la historia de la isla y de Latinoamérica. Así lo han patentado muchas de las personas que lo conocieron. 

Años antes de su lamentable fallecimiento el cubano confesó que si pudiera reencarnar, le gustaría hacerlo en Jesucristo, pero el alzhéimer lo fue apagando lentamente y se lo llevó el 5 de enero de 2008, imposibilitándole escribir sus memorias. Su sueño mayor era regresar a la ciudad que más amó: Santiago de Cuba y una vez pisara tierra oriental —sin quitarse el polvo del camino— visitar la tumba de sus padres, a los cuales no pudo darles el último adiós. 

Pero los cubanos no podemos permitirnos decirle adiós a la fecunda, inmensa y aleccionadora obra de Luis Aguilar León. Rendirle tributo y homenaje es la mejor manera de atajar esa “poca memoria” de la cual nos acusaron hace más de medio siglo y de paso enrumbar de manera virtuosa los tortuosos derroteros de la mayor de las Antillas. 

 

(Publicado originalmente en Palabra Nueva)

 

 


1Luis Aguilar León, “El pensamiento de Enrique José Varona”, Trimestre, enero-febrero-marzo, 1949, p. 55-66.

2Luis Aguilar León, “Sacrificio y Deber de una Generación”, Carteles, 16 de marzo de 1958, p. 47.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *