
En menos de un año los cubanos han vivido dos apagones totales que han dejado a Cuba a oscuras. Las causas de ese desastre son conocidas: una economía en bancarrota total que se traduce en termoeléctricas obsoletas por falta de inversión y la falta de liquidez del régimen para poder comprar combustible en el mercado internacional.
Lo irónico es que el apagón eléctrico también fue uno de los métodos de lucha en las ciudades que usó el comando de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), en su propósito de derrocar al régimen de Fulgencio Batista a finales de la década del 50. Este tipo de acción se ideó precisamente porque no existían apagones en la Cuba precastrista.
La llamada Operación Luciérnaga fue una idea del comando del M-26-7 compuesto por el líder de la Federación Eléctrica Amaury Fraginals, junto a Aldo Vera, Armando Cubría, René Flores, Odón Álvarez de la Campa, Humberto Sorí Marín y los hermanos Navarro.
¿Cuál era el propósito de estos hombres? Dejar a La Habana a oscuras y sin servicio de gas por lo menos durante seis días. Para ello idearon un plan que consistía en dinamitar siete conductores soterrados de 13 mil voltios que estaban conectados a la central de Tallapiedra.
La oportunidad se les presentó cuando en mayo de 1957 supieron de una casa vacía en la calle Suárez 222, entre Esperanza y Misión, que por su ubicación les venía casi perfecta a sus planes de provocar un gran apagón eléctrico. Fraginals narra en 1959, en la revista Carteles, que se presentó a la dueña del edificio donde se ubicaba la vivienda como un comerciante con intenciones de alquilar esa casa, para estar más cerca de su supuesto negocio.
De ese modo pudo obtener las llaves del apartamento, pero surgió otro inconveniente: apenas le quedaba dinero para simular una mudanza. Para ello ideó otro plan. Convenció a su esposa para que viajara a Cienfuegos con su hijo por unos días y una vez su familia abandonó la casa, trasladó los muebles al apartamento donde realizarían el sabotaje.
Después, tanto él como un grupo de hombres estuvieron varios días cavando y abriendo la abertura que los llevaría de manera segura hasta la zona en la que debían poner los explosivos para provocar el apagón.
Fraginals rememoró que habíamos abierto ya una zanja de un metro de profundidad con ancho suficiente para dos hombres, cuando inesperadamente comenzó una persistente filtración de agua que terminó por inundar nuestro túnel. El alma se nos vino a los pies. Alguien recordó entonces que podía conseguir una bomba de achique y salvar la situación (…) Continuamos trabajando activamente entre un fango molesto, presionados por la necesidad de finalizar a la mayor brevedad posible ( ) Llegó un momento en que tuvimos que trabajar con nuestras manos, hasta casi destrozárnoslas”[1].
En los días de trabajo tuvieron que enfrentar otros obstáculos como la posible delación por un vendedor de viandas que posicionaba su carretilla justo enfrente de la vivienda, o por las miradas curiosas de los vecinos que sólo veían entrar hombres a la casa.
Luego de que concluyeron las labores de excavación debían conseguir la dinamita y el reloj para programar la explosión. Inicialmente pensaron poner cien libras de dinamita, pero lo consideraron excesivo y redujeron la cantidad a 45. Quien consiguió la carga explosiva fue Humberto Sorí Marín, que la había traído de muy lejos y se ufanaba de haber burlado todos los controles y pasar inadvertido con el material explosivo.
Fraginals comenta: Celebramos una mesa redonda para fijar la hora en que debía estallar la bomba. Casi desde un principio, se había hablado de preparar, conjuntamente con la explosión, un plan de ataque a los carros perseguidores, las estaciones de policía y otros sitios, con cocteles Molotov”. Pero rápidamente desecharon realizar esas acciones por considerarlas demasiado arriesgadas.
A las 2:12 de la madrugada del 29 de mayo de 1957, una poderosa explosión dejó a una buena parte de La Habana sin luz ni gas por tres días. La zona afectada comprendió toda el área que en la actualidad se conoce por los municipios de La Habana Vieja, Centro Habana y partes de Plaza de la Revolución. La totalidad de los periódicos que se distribuían en la mañana no pudieron salir ese día ante la falta de electricidad.
Los hombres del M-26-7 pensaron que el apagón duraría al menos seis días, pero la capacidad de recuperación en tres días los sorprendió. Al respecto confesó Fraginals: Reconozco que juzgué equivocadamente la eficiencia de las cuadrillas de trabajadores eléctricos, pues calculé que las reparaciones durarían de seis a siete días. En la mitad de ese tiempo ya habían restablecido normalmente la electricidad y el gas”.
Luego del sabotaje, Fraginals se vio obligado a vivir clandestino hasta que una delación hace que la policía lo detenga en noviembre de ese mismo año. Milagrosamente salvó la vida, pues las fuerzas represivas del batistato lo consideraban el arquitecto principal de la Noche de las Cien Bombas.
En 1960, con Castro ya en el poder, Fraginals muestra su desacuerdo con el control que los comunistas de manera paulatina vienen tomando del movimiento obrero. El líder sindical de los eléctricos convocó en los meses finales de ese año a una protesta frente al Palacio Presidencial, para impedir que su sindicato fuera copado por los comunistas, pero esta protesta es abortada hábilmente por el Gobierno, el cual simuló negociar con Fraginals con la condición de desconvocar la protesta, a lo que accedió este líder sindical. Una vez terminaron las conversaciones, el Gobierno destituyó de todos sus cargos a Amaury Fraginals y este rompió de manera definitiva con el nuevo régimen dictatorial[2].
La mayoría de los encartados en aquella acción que en la actualidad se calificaría de terrorista e implicaría altas penas de cárcel tenían una ideología anticomunista y luego de 1959 se enfrentaron al nuevo régimen. Destaca entre ellos la figura de Humberto Sorí Marín, quien fue Ministro de Agricultura en los primeros seis meses de 1959, hasta que es sustituido por Pedro Miret. Sorí Marín sería fusilado sin misericordia en abril de 1961, por conspirar contra Castro junto a Aldo Vera.
Ninguno de estos hombres viviría luego para ver cómo, décadas después, Cuba se sumiría en largos apagones, casi interminables, sin necesidad de poner explosivo alguno. Sin ser su intención, estos hombres habían contribuido a crear una bomba mil veces más destructora que toda la dinamita a su alcance: la entronización de un régimen comunista que ha empobrecido a los cubanos a unos niveles que aquellas generaciones nunca fueron capaces de imaginar.
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“El apagón de tres días”, Carteles, 8 de febrero de 1959, p. 59. ↑
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“Sindicalismo y control político en Cuba”, consultado en Tiempos de Reflexión – Sindicalismo y control político en Cuba, el 15 de mayo de 2025. ↑