En un debate de la Constituyente, el 7 de febrero de 1901, Rafael María Manduley del Río le hizo una promesa a Giberga. Que mientras la libertad no arraigara en Cuba sería liberal y no conservador. Que sólo le interesaba la conservación de un régimen de fecunda, ordenada y positiva libertad. En efecto, murió Manduley el 19 de julio de 1924 siendo uno de los principales líderes liberales de su natal Holguín y su provincia de Oriente.
Había nacido el 28 de octubre de 1856, aunque no es difícil encontrar fuentes que refieren el 22 como fecha de su natalicio. Descendía por el lado paterno de un genovés llegado a Cuba a inicios del siglo XIX, Bernardo Amandolesi y Pittaluga. Para la siguiente generación, el apellido derivó a Manduley en manos de los registradores hispanohablantes, ante la mirada resignada del viejo Bernardo.
El joven Rafael María creció en una época compleja, tenía apenas 12 años cuando estalló la Guerra Grande. Al terminar, tenía 22. Evidentemente, los impulsos adolescentes de lanzarse a la manigua no fueron pocos. Al final de la guerra las autoridades lo tenían catalogado como peligroso. Sus manifestaciones públicas de admiración a Antonio Maceo y sus acciones en Baraguá eran notorias en la ciudad.
No es de extrañar que al estallar la Guerra Chiquita, meses después, las autoridades coloniales se dispusieran a detenerlo. Por este motivo escapó a La Habana, luego a Cayo Hueso y finalmente a Jamaica, donde se unió al grupo de patriotas exiliados. El exilio, sin embargo, fue una experiencia dolorosa y llena de penurias. Había estudiado la carrera de leyes. Al establecerse nuevamente la paz regresó a Cuba, donde comenzó a ejercer como procurador, primero de Holguín y luego de Baracoa.
La función del procurador en el sistema de justicia colonial era representar a las partes en las causas civiles y criminales. Habitualmente el cargo se compraba y su intervención en los procesos era obligatoria y remunerada. La profesión, bien empleada, podía ser una fuente de gran prestigio e influencia. Manduley la supo aprovechar para convertirse en una figura notable e influyente de su ciudad.
Al estallar la Guerra del ‘95, Manduley se unió muy pronto a las fuerzas mambisas. Su condición de universitario y su reconocimiento entre el elemento separatista le garantizaron un rango militar relativamente alto. Terminaría la guerra con el grado de coronel, aunque estuvo casi siempre vinculado a actividades civiles o como parte de algún estado mayor. No era un jefe de tropa clásico, ni su experiencia en combate era notable.
Tuvo la oportunidad de conocer y colaborar de manera muy cercana con su admirado Antonio Maceo. Tras la muerte de José Martí, Maceo se apresuró a convocar a varios jefes e intelectuales orientales a Bijarú, Holguín, donde se encontraba. El objetivo era acordar el tipo de gobierno que debería tener el movimiento separatista. Pretendía así garantizar la unidad de criterio de la delegación oriental en una futura asamblea constituyente.
Esta reunión fue conocida como Parlamento de Bijarú y a ella asistió Rafael Manduley. También asistieron Rafael Portuondo Tamayo y Joaquín Castillo Duany que serían electos años después delegados a la Constituyente de 1901. Los tres asistieron, además, a la Constituyente de Jimaguayú, que se celebraría meses después.
La delegación oriental iría a Jimaguayú con una propuesta muy definida. El gobierno estaría en manos de un directorio que detentaría el poder ejecutivo y el legislativo. Un modelo similar al que se intentó establecer en la Constitución de Baraguá con sus “cuatro individuos” encargados de promulgar y ejecutar leyes. Los militares, por su parte, tendrían la mayor libertad de mando y criterio posible. Estarían encabezados por un General en Jefe y un Lugarteniente con pocas limitaciones a su desempeño en la dirección de la guerra. Se pretendía a toda costa eliminar la posibilidad de constituir un gobierno civil como el de la Guerra Grande.
Las otras propuestas llegadas a Jimaguayú no consiguieron imponerse. La de Salvador Cisneros era muy similar a la aprobada en Guáimaro y fue desechada inmediatamente. Cisneros era un constante detractor del poder entregado a los militares. Otra, presentada por Fermín Valdés Domínguez y Enrique Loynaz tampoco tuvo éxito. Pretendía establecer un modelo de gobierno civil clásico, más completo, otorgando amplias facultades a los militares. El proyecto oriental, con algunas modificaciones, fue el que se impuso. En ello fueron instrumentales Manduley, que fungiría como vicepresidente de la Asamblea de Jimaguayú, y sus compañeros procedentes de Bijarú.
La Constitución de Jimaguayú estableció un Consejo de Gobierno compuesto por un Presidente y un Vicepresidente. Lo completaban cuatro Secretarios al frente de las carteras de exteriores, hacienda, guerra e interior, con sus respectivos subsecretarios. El poder judicial era nominalmente independiente, pero también estaba supeditado al Consejo de Gobierno.
El gobierno establecido así era evidentemente contrario a los principios liberales que proclamara Manduley durante toda su vida. Era necesario tener un gobierno para dar legitimidad a la Revolución en el plano nacional e internacional. También era necesario que no hubiera interferencias entre el gobierno civil y el mando militar. La transacción era a todas vistas provisional, y así la verían los numerosos liberales por convicción del campo insurrecto. La propia constitución afirmaba esta provisionalidad y establecía que, si no había llegado la paz, en dos años debería convocarse otra asamblea constituyente.
Manduley sirvió en varias posiciones en esos dos años. Fue designado subsecretario de la cartera de guerra en 1896 y luego Secretario de Guerra por sustitución. Cuando llegó la hora de la nueva Constituyente en la Yaya, terminó su ejercicio en el gobierno y pasó a su provincia. Fue parte del Estado Mayor del General Luis de Feria, tío de su esposa, hasta el fin de la guerra.
Llegado el momento de la paz, su actividad política se hizo creciente. Se convirtió en el primer presidente del Centro de Veteranos de Holguín y en ese mismo año de 1899 fue elegido juez municipal. En esa condición, fue electo para representar a su provincia en la Convención Constituyente el 15 de septiembre de 1900.
Fuentes consultadas:
Departamento de la Guerra, Oficina del Director del Censo de Cuba. “Informe sobre el Censo de Cuba, 1899.” Imprenta del Gobierno, Washington, 1900.
Lezcano y Masón, Andrés. “Las Constituciones de Cuba”. Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1952.