Cubierta del libro Para Elisa (Diseño de José Luis de Cárdenas).

Durante poco más de cinco años, se fue construyendo por acumulación este compendio de breves reseñas, mientras lo identificaba provisionalmente con un título que metía en un mismo saco una bagatela compuesta por Beethoven y las siglas del Instituto Superior de Arte. Con semejante maridaje semántico, procuraba retribuir a ese plantel docente un registro parcial de sus actividades pedagógicas entre 2008 y 2013. Por aquel entonces, como consecuencia de un reacomodo en la clasificación académica, la escuela pasó a nombrarse Universidad de las Artes, aunque todos le siguiéramos llamando como antes.

A pesar de la nostalgia, no todo fue un bálsamo durante aquellos años. Infinidad de encontronazos y desavenencias matizaron ese fecundo lapso, cuando la literatura y el arte agitaron el panorama sociocultural cubano, en lo que podríamos identificar como uno de sus últimos lustros primaverales. Entre esas malquerencias estuvo el reiterado intento por publicar este libro en la Editorial Cúpulas, perteneciente a la Universidad de las Artes. En ese lugar acumuló el polvo del olvido y la desidia que los directivos de aquel entonces le prodigaron. Luego de cinco años, me aventuré a dejarlo en el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, preguntándome ahora mismo en qué montaña de papeles dormirá la única copia impresa de la que disponía. Un vaticinio esperanzador, por su consistencia física, fue la pieza escultórica que reproducía en madera el volumen del libro, a escala real, concebida en 2017 por el artista Lester Álvarez para su proyecto La Maleza. En algún momento sopesé opciones más pomposas para titularlo, como esas empresas que cambian de nombre para sacudirse el estigma del infortunio, pero a estas alturas eso es categóricamente imposible.  

En 2008, cuando comencé a dar clases en la Academia Provincial de Artes Plásticas de San Alejandro y en la Facultad de Artes Plásticas del ISA, ya era habitual que publicara mis dibujos y artículos en la prensa nacional. Zambullido en semejante hervidero estudiantil, donde se incubaba buena parte de los movimientos y propuestas culturales de aquellos años, y no involucrarme en la difusión mediática de lo que allí pasaba, clasificaría como un desperdicio aberrante. De modo que estos artículos se dieron a conocer en varios espacios de la prensa escrita, dirigidos a un público muy amplio, sin que mediaran demasiados tecnicismos o espíritu crítico en sus contenidos. Además de la visualidad, tema sobre el que cargué la mano en su momento, hubiera resultado injustificable no dar cuenta de lo que se fraguaba en otras manifestaciones artísticas y literarias, dentro o fuera de los predios universitarios.

Cualquiera se preguntará, ¿para qué sirve a estas alturas un libro como este, cuando han pasado hasta dieciséis años de los eventos que registra? Pienso que semejante evidencia, tendrá la utilidad de rastrear la trayectoria metodológica de una generación de creadores y teóricos del arte, muchos de los cuales ya son reconocidos profesionales. Quizás sea provechoso para los jóvenes estudiantes y profesores, así como para los diletantes de hoy, a quienes podrá resultar inverosímil la ebullición que tipificó las postrimerías de la primera década del siglo y los comienzos de la segunda. Grosso modo, en las páginas de esta compilación figura la labor de alumnos y docentes durante el transcurso de la X y XI Bienal de La Habana; tanto como los Inventarios de la Fundación Ludwig; o el Festival de las Artes, suerte de reconcentración burocrático-presupuestaria para diversos eventos independientes que antes se celebraban a lo largo de cada curso académico en las entrañas del ISA.

Como de tantos contratiempos no hubiera podido escapar totalmente airoso un proyecto como este, fueron muchos más los artículos, notas y entrevistas que divulgué en aquel entonces –incluso con posterioridad a la última reseña aquí recogida–, por lo que se extrañarán nombres y acontecimientos memorables que dibujaron aquel contexto. Este corte, rescatado digitalmente de la copia impresa a la que hacía referencia con anterioridad, fue el postremo esfuerzo por el que di batalla para que fuera publicado en su momento. Recuperarlo ha sido casi una labor arqueológica. Revisarlo y contrastarlo con sus fuentes mediáticas originales, una quimera. Lamentable resulta la atomización por parte de los gendarmes oficiales de la revista electrónica Esquife, para la que colaboré con muchas de estas entregas hasta su desaparición. Fue ese uno de los vehículos de información que nos salvó a muchos de estar oportunamente ilustrados, y de experimentar en su compañía una libertad que nadie sospechó podría zozobrar.  

De modo que este libro es testigo de una fiesta en el ocaso, una celebración distraída –desde el fragor de su júbilo– de la grisura espiritual que se avecinaba para el panorama nacional. Hace más de diez años, los protagonistas de estas pautas, actualmente fracturados en orillas geográficas o ideológicas contrapuestas, fueron viajeros de un mismo barco. Aunque sus demostraciones en formación no siempre fueran acertadas, como grumetes bajo cubierta, a partir de entonces no han dejado de redimensionar con su ejercicio artístico la indispensable pluralidad a la que enrumba Cuba.

Agosto de 2024.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *