El mismo delegado del que hablamos en la última entrega de esta serie, pues murió justo a los 11 días de haber cumplido 73 años. Había nacido el 12 de octubre de 1853 y falleció el 23 de octubre de 1926. Así que, si leemos las conmemoraciones de Cuba Constituyente en orden cronológico, tendremos muy frescos los hitos de su biografía.
Veamos en qué situación habíamos dejado a Diego Tamayo en el instante en que fue electo a Convención Constituyente el 15 de septiembre de 1900. Era el Secretario de Gobernación del Gobierno Militar encabezado por Leonard Wood. Había sido electo por la provincia de La Habana en la lista del Partido Nacional Cubano, del cual era uno de los líderes más importantes. Se desempeñaba como profesor titular de Patología Médica en la Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad Nacional. Presidía la Academia de Ciencias de La Habana. Tanto su actividad política como profesional, en el área de las ciencias, se desarrollaban al más alto nivel.
En nuestro podcast tendremos tiempo de detenernos a considerar su participación en la Convención Constituyente. Pasemos entonces a referir brevemente los sucesos posteriores de su vida en la escena política y científica nacional. En esos 25 años estuvo vinculado de forma destacada al desarrollo del sistema de sanidad nacional y a la Universidad Nacional. En la política no fue tan afortunado. Comencemos, sin embargo, precisamente por esta última.
Tamayo era uno de los miembros del gabinete más estimados por el Gobernador Militar Leonard Wood. Las motivaciones de este afecto, probablemente, no eran sólo políticas. Wood era médico militar y de seguro admiraba la brillantez y los logros científicos del cubano. Vería en él un individuo de intelecto superior que provenía, además, de una aristocrática familia del interior de la isla. Las posiciones políticas de Tamayo parecerán difíciles de conciliar para una sensibilidad acostumbrada a esquemas rígidos.
Para los estándares de la época y del país, era conservador en algunos aspectos y en otros progresista. De una manera, sin embargo, que no resultaba contradictoria. A Wood le agradarían el porte elitista y el espíritu moderado y amante del orden del bayamés. Este, por su parte, parecía un convencido del principio de autoridad y la jerarquía. Entregaba su lealtad al Gobernador Militar y al caudillo nacional, Máximo Gómez. Creía que los Estados Unidos serían una influencia positiva para los destinos de Cuba. Una tutela amistosa del vecino del norte no le repugnaba.
Formó parte de la comisión encargada de estudiar y proponer las futuras relaciones entre Cuba y Estados Unidos en el seno de la Constituyente. Al aparecer en la palestra la Enmienda Platt, integró otra comisión encargada de esclarecer el alcance de su contenido ante las autoridades norteamericanas. Se convenció rápidamente de dos cosas: que la Enmienda era inevitable y que, finalmente, podía acabar siendo provechosa para Cuba. Por uno u otro motivo, su voto estuvo a favor desde el principio. En su discurso, esta postura no entraba en conflicto con sus convicciones a favor de la independencia y la soberanía cubanas. Más de una vez declaró que su apoyo a los interventores estaba condicionado a ese fin. El problema es que este fin no tenía por qué realizarse de inmediato. Admitía, o al menos se resignaba a, un período de tutela para la joven nación.
Pensando así, no sería raro verlo junto a Tomás Estrada Palma, al iniciarse la campaña para elegir los cargos públicos de la nueva República. Había llegado a este punto por muchos motivos. Provenían de la misma ciudad, Bayamo y trabajaron juntos en la emigración cuando Don Tomás era Delegado del Partido Revolucionario Cubano. Estrada Palma era el candidato que apoyaban Máximo Gómez y el propio partido de Tamayo, el Partido Nacional Cubano. El futuro Presidente estaba aún más convencido de que la tutela de los estadounidenses era esencial para el futuro de la isla. Se suponía que debía contener al elemento radical de la política cubana, despreciada fuente de infortunios e inestabilidad, según el más viejo de los bayameses.
Por eso Tamayo pasó directamente de Secretario de Gobernación de Wood a Secretario de Gobernación del nuevo Gobierno de la República. La Secretaría de Gobernación suele equipararse con los Ministerios del Interior moderno. Tenía, sin embargo, muchas otras funciones que con el tiempo han ido pasando a nuevos ministerios. Entre ellas destaca la conducción de las políticas de salubridad fundamentales. Al frente de esta Secretaría, Tamayo contribuyó a desarrollar las políticas sanitarias de la isla. Unificó y coordinó bajo su dirección las principales instituciones que se ocupaban de esta actividad. Preparó así el camino para que pocos años después Cuba fuera el primer país del mundo en tener un organismo de sanidad con rango ministerial.
La armonía con Estrada Palma no fue, sin embargo, perfecta. Tiempo después de asumir el cargo renunció en desacuerdo con la actuación del gobierno frente a las huelgas obreras de la época. Eso no le impidió formar parte del Partido Moderado, presentar su candidatura y ser electo senador por ese partido. Ya hemos visto cómo este proceso desencadenó una crisis que llevó a una nueva intervención estadounidense. También significó para Tamayo un alejamiento de la política.
A partir de aquí, su vida se centró en la actividad académica y sanitaria. A finales de la primera década del siglo, pasó a dirigir el Dispensario de Pobres, creado por él. Esta institución se encuentra en La Habana Vieja y es conocida hoy como Policlínico Diego Tamayo. En ella se ofrecían servicios de salud gratuitos a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. En 1908 fue miembro fundador de la Sociedad Cubana de Medicina Tropical. Al año siguiente dirigió la fundación de la Cruz Roja Cubana como sociedad de socorro auxiliar del poder público. A los seis meses esta fue reconocida como Sociedad Nacional por el Comité Internacional de la Cruz Roja.
En la Academia, sus méritos también fueron notables. Fungió como Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional desde 1917, ganando el respeto de las nuevas generaciones. En este ámbito, y poco antes de morir, estuvo involucrado en uno de los hitos de la historia universitaria cubana: la Reforma Universitaria de 1923.
En 1918 había comenzado en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, un movimiento estudiantil que buscaba democratizar y modernizar la enseñanza. La aplicación de sus principales postulados condujo al fenómeno conocido como Reforma Universitaria. Incluía otorgar la autonomía para que las universidades se gobernaran a sí mismas sin intervención directa del gobierno. Establecer un régimen de cogobierno que permitiera a los estudiantes participar junto a los docentes en la toma de decisiones. Garantizar la libertad de cátedra, permitiendo a los profesores enseñar sin restricciones ideológicas. Impulsar la gratuidad de la enseñanza y las actividades de extensión universitaria. También, proveer los cargos profesorales mediante concursos de oposición públicos y transparente que permitieran seleccionar a los más capacitados.
El Rector de la Universidad de la Habana, designado en 1921, aspiraba a iniciar un proceso de reforma semejante. Tras la visita de José Arce, rector de una universidad argentina, los estudiantes tuvieron conocimiento directo del proceso. Organizaron una Federación Estudiantil Universitaria que les permitiera participar como interlocutores frente a las autoridades. Entre 1922 y 1923 se dieron conflictos entre el sector más conservador del claustro y los estudiantes de la Facultad de Medicina. Diego Tamayo, como hizo una vez con los obreros, se puso de parte de los estudiantes y en solidaridad renunció a su posición. El Rector, Carlos de la Torre, otro de los fundadores del Partido Nacional Cubano, también se puso de parte de los estudiantes. Tras varias semanas de presiones, el Gobierno nacional procedió a hacer las modificaciones necesarias y la Universidad obtuvo su autonomía.
Tamayo obtuvo su jubilación a mediados de año. Falleció poco más de tres años después. Su vida había seguido una ruta difícil de resumir. Insurrecto adolescente, científico notable, lumbrera del autonomismo, líder separatista. Colaborador entusiasta del gobierno extranjero. Moderado que no desea reprimir obreros. Impulsor de la sanidad gratuita para los desvalidos. Profesor respetado por el estudiantado radical. Su vida desafía, con su abigarrada coherencia, los esquemas de los ideólogos y el molde de los simplistas.
Fuentes consultadas:
Avheroff Purón, Mario. Los primeros partidos políticos. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1971.
Belmont Parker, William (Editor) Cubans of today. G. P. Putnam’s Sons. New York and London, 1919.
Bizcarrondo, Marta. “El autonomismo cubano 1878-1898: las ideas y los hechos”. En: https://ojs.ehu.eus/index.php/HC/article/download/16040/14088/58402
James Figarola, Joel. Cuba 1900-1928: La República dividida contra sí misma. Universidad de Oriente, [Santiago de Cuba], 1974.
Márquez Sterling, Manuel. Proceso histórico de la Enmienda Platt. Imprenta El Siglo XX, A. Muñiz y hno., 1941.
Rodríguez, Rolando. Cuba, las máscaras y las sombras. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.