Este delegado no necesitaba de la política ni de su participación en la Convención Constituyente para entrar a los libros de historia. Al menos, en la historia de la ciencia cubana debe tener un lugar destacado quien es reconocido como “padre de la microbiología” en la isla. Tamayo fue médico y uno de los científicos más destacados de su generación, en la que no faltaron nombres ilustres.
Genealogía mambisa
Nació en Bayamo el 12 de octubre de 1853 y procedía de una de las familias más poderosas del oriente del país. Era descendiente de los primeros conquistadores españoles de la isla. Sus antepasados habían ocupado cargos importantes en el cabildo de la villa desde su fundación. Su propio padre, Diego Tamayo Aguilera, era regidor llano desde hacía una década al momento de nacer nuestro delegado. Los Tamayo, los Figueredo y los Aguilera estaban entre los apellidos más ilustres de la élite regional. Su madre, María de la Candelaria Figueredo y Téllez era prima de Pedro “Perucho” Figueredo, autor del himno nacional cubano.
Los intrincados vínculos familiares hacían de estas élites verdaderas oligarquías capaces de movilizar y coordinar amplios esfuerzos con una finalidad común. Eso explica, en parte, las dimensiones y el impacto que tuvo la conspiración y el alzamiento ocurrido el 10 de octubre de 1868. Los Tamayo, los Aguilera, los Figueredo se lanzaron a la lucha junto a parientes más o menos cercanos como los Céspedes, los Cisneros y otros.
Diego Tamayo Figueredo estaba a punto de cumplir los 15 años cuando Carlos Manuel de Céspedes se levantó en armas. Se unió a las fuerzas insurgentes al día siguiente, en vísperas de su cumpleaños, como el soldado más joven de la tropa. De hecho, fue el primer correo de la guerra, al trasladar a Perucho Figueredo un mensaje de Céspedes anunciando su próxima entrada en Bayamo.
Según la nota biográfica contenida en Cubans of today, cayó prisionero de las fuerzas españolas mientras se encontraba incapacitado por la malaria. Salvó la vida en parte por su edad, pero, sobre todo, por las influencias familiares que evitaron su fusilamiento. Había estudiado el bachillerato en el Colegio de Belén de La Habana. Marchó entonces desterrado a España y en la Universidad de Barcelona terminó la carrera de Medicina.
Manos a la ciencia
Corría el año 1878 y la guerra llegaba a su final. Tamayo regresó a Cuba y tras una estancia breve en Manzanillo se estableció definitivamente en La Habana. Aquí comenzó a construir su reputación y su legado como científico, como médico y como educador. Obtuvo un puesto en la Junta Suprema de Sanidad de la isla en 1879 mientras matriculaba el doctorado en medicina en la Universidad. En 1882 obtenía, mediante concurso de oposición, el nombramiento de Primer Médico de Vista de Naves del Puerto de La Habana. Una posición especialmente delicada en tanto el puerto era a la vez el punto de tránsito de la riqueza del país y de mortales enfermedades. Entre 1884 y 1887 cursó, también en la Universidad de La Habana, la carrera de Ciencias Físico-Químicas y obtuvo una plaza de Catedrático en Patología.
El laboratorio del químico y microbiólogo francés Luis Pasteur había desarrollado y probado en 1885 la primera vacuna antirrábica. Al año siguiente, Tamayo fue enviado por el Gobernador de la isla como parte de una comisión a estudiar el proceso. Además, tomaron cursos en el Laboratorio de Bacteriología de la Escuela Práctica de París. Durante el viaje de regreso, introdujeron la vacunación antirrábica en España ayudando a la creación de un instituto a estos efectos en Barcelona.
En Cuba, Tamayo contribuyó a la fundación del Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica que existió hasta 1960. Se trataba del primer centro de su tipo en América Latina. En él se desarrollaron nuevas vacunas y sueros contra enfermedades humanas y animales. El desarrollo de la infectología en la isla encontró un pilar imprescindible en la institución.
Para 1889 Diego Tamayo gozaba de un prestigio y reconocimiento notables. Era uno de los científicos más importantes de la colonia. Ese año sería elegido miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana. También comenzaría a desempeñarse como Presidente de la Sociedad de Estudios Clínicos hasta 1895. En el orden político, y como buen exmambí residente en la isla, militaba en el Partido Liberal Autonomista de cuya Junta Central era miembro.
El regreso a la guerra
En 1895 estalló, sin embargo, nuevamente la guerra. Tras unos momentos iniciales de duda, y precipitado por la implantación del régimen de Weyler, Tamayo abandonó la isla. Ya vimos cómo el propio Eliseo Giberga, que no llegó a pasarse al separatismo, también abandonó Cuba a causa de Weyler. En todo caso, Tamayo marchó a los Estados Unidos y, como varios autonomistas, sí volvió a las filas independentistas donde militara alguna vez. Sacó sus galones de mambí y comenzó a colaborar estrechamente con otro bayamés: Don Tomás Estrada Palma.
En Estados Unidos su actividad se concentró principalmente en el apoyo a la guerra. Presidió clubes revolucionarios, recaudó fondos, contribuyó a la organización de expediciones. Finalmente marchó a Cuba. Tras el armisticio del 12 de agosto de 1898 el Consejo de Gobierno de la República en Armas decidió convocar una Asamblea de Representantes. A esta decisión nos hemos referido con mayor amplitud en la nota sobre Manuel Ramón Silva. Para esta Asamblea que se reuniría en el poblado de Santa Cruz del Sur, Tamayo sería electo por el Segundo Cuerpo del Ejército Libertador.
Los trabajos de la Asamblea se extendieron hasta más allá del traspaso de poderes ocurrido en enero de 1899. Cuando los Estados Unidos asumieron el control de la isla, la Asamblea se mudó a la capital y se estableció en la barriada del Cerro. Actualmente es reconocida como Asamblea de Santa Cruz o como Asamblea del Cerro según se quiera hacer referencia a una u otra etapa. En realidad se trata de la misma Asamblea de la cual Tamayo había sido electo Vicepresidente. Era el órgano político representativo y de gobierno superior del separatismo.
La Asamblea del infortunio
Uno de los problemas acuciantes que debía enfrentar la Asamblea era la desmovilización del famélico Ejército Libertador. Los meses de paz antes del traspaso de poderes habían sido críticos por la dificultad de conseguir suministros. Se pretendía que la desmovilización viniera acompañada de una pequeña compensación económica para ayudar a la subsistencia de cada soldado en su regreso a la vida civil. Disuelto el Partido Revolucionario Cubano por considerarse cumplidos los fines para los que se creó, recayó en la Asamblea la dirección de los asuntos independentistas.
Una comisión de la Asamblea presidida por Calixto García marchó a Estados Unidos a negociar un préstamo. La componían algunos futuros delegados a la Constituyente de 1901 como José Miguel Gómez y Manuel Sanguily. El plan era solicitar un empréstito al Gobierno de los Estados Unidos. Se conseguía así el dinero y, adicionalmente, el reconocimiento de la Asamblea como interlocutor legítimo y representante de la isla frente a los Estados Unidos. El Gobierno de los estadounidense no mordió el anzuelo y ofreció una donación de fondos, no un empréstito.
Calixto García pareció aceptar la oferta, ansioso por aliviar el estado lamentable de las tropas, pero falleció de una neumonía en las semanas siguientes. La comisión prosiguió sus intentos, pero al regresar a Cuba en los primeros meses de 1899 no pudo mostrar ningún resultado concreto. En ese lapso, los estadounidenses se habían reunido con Máximo Gómez, con la misma oferta de donación, y este aceptó.
La Asamblea intentó reconvenir a Gómez comprometiéndolo a acatar las decisiones del órgano representativo en el asunto. Gómez aceptó, pero habiendo establecido un compromiso con los ocupantes, estos siguieron el curso acordado de la donación. La Asamblea preparó un contrato de préstamo con una institución estadounidense condicionando el pago a la existencia de un gobierno electo por el pueblo cubano. La operación, sin embargo, debía ser avalada por el Gobierno del norte que así lo había hecho notar en una declaración oficial.
Para evitar discrepancias, la Asamblea envió una comisión a Máximo Gómez para obtener su apoyo del plan y su abandono del compromiso anterior. El General no aceptó. La Asamblea, con futuros delegados a la Convención de 1901 como Sanguily y Juan Gualberto Gómez encabezando el proceso, decidió destituirlo. Muy pronto trataremos en más detalle sobre este tema cuando hablemos el próximo 26 de octubre del General José Lacret Morlot. Otro delegado de 1901 que era miembro de la Asamblea del Cerro.
Baste decir ahora que Tamayo fue de los pocos miembros que protestó la destitución de Gómez. Ni siquiera asistió a la votación del 11 de marzo, sabiendo que la decisión sería mayoritaria e irrevocable. La destitución de Gómez trajo consigo la disolución de la Asamblea y la escisión del separatismo. Los partidarios de Máximo Gómez y buen aparte de la opinión pública se echaron al cuello de los asambleístas. El 4 de abril, con su prestigio disminuido a la mínima expresión y viendo infructuosas sus gestiones de reconocimiento, la Asamblea acordó su disolución.
Los nuevos partidos y la nueva normalidad
Este hecho influiría también en la fundación de los primeros partidos políticos de cara a las elecciones municipales y constituyentes de 1900. Ya vimos, al hablar de Eliseo Giberga, el origen del Partido Unión Democrática. El primero en fundarse, cronológicamente hablando, fue el Partido Nacional Cubano. En él militaba buena parte de los partidarios incondicionales de Máximo Gómez. Diego Tamayo Figueredo era uno de sus líderes fundadores. Por el otro lado, surgieron los grupos Republicanos de las distintas provincias. Militaban en ellos algunos de los miembros de la Asamblea que se habían destacado en la oposición al Generalísimo. Juan Gualberto Gómez y Manuel Sanguily sobresalían por su liderazgo en este sentido.
La actividad de Diego Tamayo no se circunscribió a la participación en la organización del Partido Nacional Cubano. El Gobierno Militar lo nombraría director de una de las instituciones de salud más importantes del país: la Casa de Beneficencia. Con el cambio de gobernador militar a finales de 1899, Leonard Wood, el nuevo gobernador, lo designaría para un puesto en su Gabinete. Desde la Secretaría de Estado y Gobernación, estaría encargado de coordinar la sanidad pública y las campañas de higienización emprendidas por el Gobierno. Logró convencer a Carlos J. Finlay de que ocupara la jefatura del Departamento de Sanidad dentro de la Secretaría. La lucha contra la fiebre amarilla que emprendió la administración fue coronada con un éxito apreciable.
Al margen de su actividad política, Tamayo había sido elegido Presidente de la Academia de Ciencias de La Habana en 1899. En 1900, ocupaba como Titular la cátedra de Patología Médica de la Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad de esa ciudad. Restablecía así los derroteros de su actividad profesional anteriores a la guerra, añadiendo ahora una más intensa actividad política.
En este contexto fue elegido en la lista del Partido Nacional Cubano por la provincia de La Habana para ocupar un escaño en la Constituyente. Su trayectoria en la Asamblea la veremos en el podcast. No tendremos que esperar mucho para hablar de su vida posterior. Falleció el 23 de octubre de 1926, así que en unos días estaremos ocupándonos de él nuevamente. Podemos adelantar que su vida política tuvo altibajos importantes. Que su carrera científica y universitaria continuó en ascenso. Que fundó instituciones de renombre como la Sociedad de la Cruz Roja Cubana. Que su contribución fue importante para que en Cuba surgiera el primer órgano de sanidad pública con rango ministerial del mundo. Todo esto y más lo veremos en unos días. Sigan con nosotros.
Fuentes consultadas:
Avheroff Purón, Mario. Los primeros partidos políticos. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1971.
Belmont Parker, William (Editor) Cubans of today. G. P. Putnam´s Sons. New York and London, 1919.
Bizcarrondo, Marta. “El autonomismo cubano 1878-1898: las ideas y los hechos.” En: https://ojs.ehu.eus/index.php/HC/article/download/16040/14088/58402
James Figarola, Joel. Cuba 1900-1928: La República dividida contra sí misma. Universidad de Oriente, [Santiago de Cuba], 1974.
Rodríguez, Rolando. Cuba, las máscaras y las sombras. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.