
✍️ Mario Ramírez
¿Han visto alguna vez la serie animada de la televisión francesa Érase una vez… el espacio? La mayoría me dirá que no, porque en Cuba sólo transmitieron las temporadas de la serie dedicadas a la historia y al cuerpo humano, y no esta, en la que se explora el cosmos desde una alegoría que hoy parece profética. Y estamos hablando de una serie de 1982… cuando Ronald Reagan gobernaba en Casiopea, digo, en Estados Unidos de América, y la NASA se batía, junto a otras potencias del planeta, en un proyecto de trasbordador que culminó en la construcción de la Estación Espacial Internacional. Unos Estados Unidos del Espacio, ¿se imaginan?
Pero bueno, que me salgo de órbita y está al irse la luz, les resumo por qué la serie no coló en la televisión cubana. En Érase una vez los humanos del año 3023 seguimos enfrentados en la eterna e infranqueable lucha entre el bien y el mal. La Confederación de Omega tiene la misión de contener las ambiciones de tres nefastos personajes, que en la versión española de la serie se llaman Tiñoso, Canijo y Gran Ordenador.
Tiñoso es el líder supremo —así, tal cual— de la Confederación de Casiopea; es estúpido, autoritario, habla sin pensar, con escaso sentido común y el propósito de adueñarse del Universo. Canijo es el cónsul de Tiñoso en Omega, no hace falta decir más que el nombre para captar su esencia. Gran Ordenador es el poder tecnológico, que desgraciadamente no siempre está en concordancia con la moral humana y que aquí ha escogido desobedecer a su creador —un científico cansado de los conflictos en la Tierra— para ayudar a instaurar… una dictadura totalitaria —así, tal cual—.
Por supuesto, en Cuba, donde no hizo falta tecnología para eso, mejor no hablar de eso. Los cubanos nos quedamos sin ver cómo Pedro, Flor, Pedrito, Kira, Metro, Gordo, Gordito y Maestro derrotaban a la intolerancia, la ignorancia y la avaricia en cada rincón del cosmos. Es difícil creer que esta temporada en el espacio, que se aparta del componente educativo de otros ciclos de la franquicia y es más narrativa y crítica, no guarde relación con un escenario que empezábamos a padecer por la época y que en la actualidad se ha vuelto mucho más explícito: el ascenso de las dictaduras oligárquicas.
Si Albert Barillé, creador de la serie y muy parecido físicamente al personaje Maestro, hubiera visto hoy a Trump, Rubio y Musk, paladines del nuevo orden mundial al más puro estilo de Casiopea, habría telefoneado sin pensarlo a la Policía Espacial de Omega. Por otro lado me pregunto si Emmanuel Macron, que por la época era un niño, habrá soñado con ser Pedro, un líder duro como piedra para combatir el mal, o si simplemente bajará la cabeza ante Tiñoso, digo, Trump, para que Putin se anexe a Ucrania y de paso a toda Europa. Qué difícil ser francés en estos tiempos.
Pero ojo, que en la realización de la serie participaron, además de Francia, España, Bélgica, Canadá, Italia, Japón, Noruega, Países Bajos, Suecia y Suiza. Una coalición de democracias distintas para llevar a los infantes de entonces, hombres y mujeres de ahora, el mensaje de que es posible defender la libertad y los valores humanos, contra aquellos que quieren imponer la hegemonía del odio.
Yo, que a mis treinta años sigo siendo un niño, me descubro en Pedrito y su nave Libélula, remontando los aires sobre un edificio blanquecino de Washington:
—¡Kira!, dame tu arma paralizadora, hay que ponerle freno a esta amenaza.