Estatua de Félix Varela en la Iglesia de la Transfiguración, en New York.

A medida que avanza la crisis de identidad del cubano —consecuencia del fracaso del llamado socialismo real, que intentó identificarse con la nación en la mente de los súbditos—, es cada día menor el número de los compatriotas que creen que hay nación, que hay patria, y que hay cubanos que la han dignificado y han sabido construirla en medio de adversidades mayores. El caso del padre Félix Varela es escandaloso, por dos motivos: todos los reconocen como fundador de la patria en la palabra, y de su palabra casi nadie se ocupa. Ni siquiera la Iglesia, que ha abierto un proceso de canonización que subsiste en el limbo. Tampoco hay unas Obras Completas de Varela. Y no puede haberlas, entre otras razones, porque estamos por encontrar y publicar una parte notable y decisiva de su palabra: su periodismo escrito en inglés y su epistolario.

Lo peor es que la mejor palabra de Varela se ha perdido sin remedio: las homilías pronunciadas en los Estados Unidos. No se ha encontrado hasta ahora ninguna transcripción. Su homilía de 1812 en la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje en La Habana, llamando al pueblo a votar en las elecciones de la colonia, es un documento imponente, y de hecho es el primer texto de la democracia cubana, que intentaba nacer en ese período inicial y fugaz del liberalismo español. Al perder las homilías en inglés, nos quedamos sin una parte de su pensamiento religioso. Todavía puede aparecer algún resumen o comentario en la prensa católica estadounidense de la época. Pero se trata de miles de páginas por revisar en decenas de publicaciones católicas de incómodo o difícil acceso, incluso si están disponibles en línea. Ediciones Homagno, como es conocido, está investigando y publicando el periodismo en inglés de Varela. Y el entusiasmo del equipo fue inmenso cuando el escritor Carlos Manresa, buscador estrella, encontró en una página cualquiera de un diario neoyorquino lo que hasta el presente es la única muestra de la oralidad vareliana en los Estados Unidos.

Ya sólo por eso el texto es de importancia. Pero es que se trata además de un discurso político, no de una homilía. Es también homilía, discurso religioso, explícitamente. Pero se origina en una circunstancia política concreta, la de los emigrados españoles reunidos en Nueva York después del segundo y otra vez fracasado periodo liberal. Varela había participado en ambos períodos, en el segundo como diputado a las Cortes; y por su desempeño en ellas había sido condenado a muerte por el déspota Fernando VII. En las Cortes había conocido a los líderes del movimiento, y desde luego al iniciador y jefe máximo, el militar Rafael del Riego, que fuera luego ejecutado en forma humillante por el déspota. Derrotados, los liberales españoles —políticos, intelectuales, empresarios—, que habían podido escapar como Varela, se reunían en Nueva York para continuar de algún modo una lucha que tendría obstáculos casi invencibles, y en la que los progresos fueron lentísimos y contradictorios durante casi un siglo y medio, porque en fin de cuentas la democracia sólo existe en España desde el año 1981, cuando el monarca constitucional detuvo el intento de golpe fascista. Los caminos del hombre nunca son fáciles, ni expeditos. La libertad es ardua, y hay que conquistarla a un precio que suele ser altísimo. Pero los mejores no le niegan el esfuerzo.

Es así que en 1838 los españoles emigrados deciden reunirse formalmente en una Asociación Benéfica. Y desde luego, invitan a una cena al diputado a Cortes Félix Varela, amigo de todos. Legalmente Varela seguía siendo un diputado español electo, pues el déspota había ejecutado un golpe de estado mediante la intervención de las tropas de sus parientes de Francia contra el poder constituido por el voto popular, que el propio tipo decía hipócritamente haber aceptado. Varela, fundador de la nación cubana, es al mismo tiempo un español y un yanqui. Digo yanqui en el buen sentido, estadounidense del Norte. Neoyorquino, fundador de la intelectualidad católica de la ciudad. Uno de los padres de la Iglesia Católica norteamericana. Y al mismo tiempo, un hijo de España, como lo fue también Martí.

En aquella reunión, pues, una banda militar interpreta el Himno de Riego. El diputado Varela, estremecido, se pone de pie y lanza un discurso.

Brevísimo, conciso, sustancial, como podrá apreciar el lector.

Tengo mis dudas de si al violinista Varela le resultaba agradable el himno en cuestión. A mí no. Es desde luego el poder de la evocación lo que desata el discurso, hímnico, y breve, como lo será después el Himno de Bayamo.

El impacto del discurso fue notable, según anota el periodista anónimo que por eso mismo lo recogió y publicó, en esa página del The Morning Herald de Nueva York, del primero de agosto de 1838, en donde dominaba la información sobre la coronación de la reina Victoria en Londres.

Casi seguramente Varela habló en el idioma común de españoles y cubanos. En ese caso, el periodista hizo una versión en inglés para el pueblo neoyorquino, lo que prueba la importancia que se le concedía más allá de las nacionalidades o incluso de la catolicidad. The Morning Herald no era un periódico católico: su fundador, el escocés James Gordon Bennet, procedía de una familia católica y había estudiado durante cuatro años en un seminario, pero lo abandonó y se fue a los Estados Unidos donde se vinculó al gremio del periodismo y acabó siendo el propietario de ese importante diario, que luego se llamaría The New York Herald, y que Martí leería regularmente años después. El oyente y traductor del discurso, ¿fue un español, un cubano, un yanqui? Bennet fue racista, se opuso a Lincoln y sostuvo opiniones políticas probablemente oportunistas. Al mismo tiempo, el diario hacía un periodismo renovador y de gran alcance, por el que Bennet es reverenciado todavía hoy en los Estados Unidos. Es improbable que se interesara en el discurso de Varela, pero eso sí, conocía el español, hasta el punto de haber sido contratado para traducir noticias del español al inglés para el Charleston Courier de Carolina del Sur durante la primera etapa de su carrera. España era importante para Estados Unidos, y seguramente para los intereses del diario y los de sus periodistas. Ahora bien, no deja de ser notable el eco del discurso en un periódico no católico y de fama nacional. Y los términos con los que se presenta a Varela: un hombre más que excelente, suave, benevolente, sacrificado, paciente y encomiable en todos los aspectos de la vida. Y, con un plural que puede ser considerado una pista: we love him. El redactor parece estar hablando por los españoles de la Sociedad: Nuestra oración es que nos sea preservado por mucho tiempo.

Damos ahora aquí la imagen de la publicación original, la transcripción del texto y mi versión al español, para facilitar su aprecio. En un próximo artículo podremos estudiarlo en detalle.

Doy gracias a Carlos Manresa por la gentileza de cedernos esta primicia, y me quedo pensando en la claridad de corazón y de mente de ese periodista anónimo, que amó al santo como tantos otros, y supo oírlo, valorarlo y defenderlo. Aleluya.

GENTLEMEN—I had resolved to keep silence on this occasion, but a military band striking up the hymn of Spanish Liberty, has awakened in my bosom the most terrible emotions, which I cannot repress, and I can with difficulty utter. Words cannot flow in proper order when ideas present themselves without any, and I expect from your goodness that you will excuse the faults of my language on account of the tremendous agitation of my spirit. I had the honor of being the companion of Riego; in the Spanish Cortes we struggled together; together we met danger; he perished; I have found an asylum on this soil of liberty. What a number of ideas crowd upon my memory! What contending feelings of sadness and of joy move my soul upon recalling those memorable scenes, upon hearing that hymn of glory, which fourteen years ago caused my bosom to heave, and more especially now, when that hymn of freemen is sung in a foreign land by a Spanish Society accompanied by the beating of hands. Yes, my friends, you have aroused in my bosom a fire smouldering there, but never extinguished. My wishes are your whishes, and may it please heaven that Spain may never again have a Ferdinand, and that it may produce many Riegos. (The orator here was interrupted by continued cheering.)

I am not animated by a spirit of revenge. I do not speak from resentment; this is not elicited by my present emotions, nor by any overwrought imagination; it is, my friends, the fruit of many years of study and profound meditation, all of which confirm me more in my belief on the principles of Religion and Liberty. Unfortunately, many of my brother clergymen believe these two incompatible, and they give themselves up to a set of delusions; but, gentlemen, you are just, and you will grant that Spain has a large number of virtuous ecclesiastics in whose bosom is engraved the principles of freedom, because there is engraved there the principle of all good, and on them I trust, and from them I expect the triumph and glory of the Church. (Here the orator was again interrupted by repeated cheering).

Gentlemen, allow me to offer in conclusion this sentiment:

The diffusion of Knowledge and of Charity, for the destruction of Fanaticism and the glory of Religion.

Mi versión

Había resuelto guardar silencio en esta ocasión, pero una banda militar interpretando el himno de la Libertad Española, ha despertado en mí las emociones más terribles, que no puedo reprimir, y que apenas puedo comunicar. Las palabras no pueden fluir apropiadamente cuando las ideas se presentan en desorden, y espero de vuestra benevolencia que excusen las faltas de mi expresión por la tremenda agitación de mi espíritu. Tuve el honor de ser compañero de Riego; luchamos juntos en las Cortes Españolas; juntos enfrentamos el peligro; él pereció; yo encontré asilo en esta tierra de libertad. ¡Cuántas ideas se agolpan en mi memoria! ¡Cuántos sentimientos encontrados de tristeza y de alegría mueven mi alma recordando aquellas escenas memorables, oyendo ese himno de gloria, que hace quince años hicieron arder mi pecho, y especialmente ahora cuando ese himno de hombres libres es cantado en tierra extranjera por una Sociedad Española acompañada de aplausos! Sí, amigos míos, vosotros habéis despertado en mi pecho un fuego humeante ahí, pero nunca extinguido. Mis deseos son los vuestros, y quiera el Cielo que nunca España vuelva a tener un Fernando, y que pueda engendrar muchos Riegos. (Aquí el orador fue interrumpido por continuos vítores).

No me anima un espíritu de venganza. No hablo desde el resentimiento; no me dejo llevar por las emociones del momento, ni por ninguna imaginación exaltada; es, amigos míos, el fruto de muchos años de estudios y meditación profunda, que me han confirmado aún más en mi fe en los principios de la Religión y la Libertad. Desafortunadamente, muchos de mis hermanos clérigos creen que estos dos principios son incompatibles, y se entregan a una serie de ilusiones; pero ustedes, caballeros, son justos, y concederán que España cuenta con un gran número de eclesiásticos virtuosos, en cuyo pecho están grabados los principios de la libertad, porque allí también están grabados los principios de todo bien, y en ellos confío y de ellos espero el triunfo y la gloria de la Iglesia. (Aquí el orador fue otra vez interrumpido por vítores repetidos).

Permítanme, caballeros, para concluir ofrecerles este pensamiento:

La difusión del Conocimiento y la Caridad, para la destrucción del Fanatismo y la gloria de la Religión.

 

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