Panorámica de Monte No. 1 desde el ángulo de Egido (izquierda) y Monte (derecha).

La suntuosa edificación de la calle Monte No. 1, que ya en 1901 alojaba a la Havana Railway Company, es de las decenas que configuró el trazado urbano del Ring de La Habana, espacio comprendido entre las actuales arterias de Zulueta y Egido. Estas manzanas vacantes, que dejaron tras de sí la demolición de las Murallas de Tierra a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, se extendían entre las costas norte y sur de La Habana intramural. Apropiándose del eclecticismo en boga, el No. 1 se trata de un inmueble esquinero de doble fachada (Monte esquina a Egido) y cuenta con dos cuerpos, el primero de los cuales dispone de una antesala pública para transeúntes, aportalada en los dos niveles que la componen. El segundo cuerpo sobresale hasta la línea de fachada, y su puntal es visiblemente mayor que el de los niveles inferiores, camuflados en altura por la columnata del portal. La elegante escalera de mármol de Carrara que daba acceso a los niveles superiores, un mosaico de inspiración bizantina con el logo de la compañía, y un reloj de Tiffany, son de los elementos memorables —ya perdidos— para aquellos que a lo largo de poco más de un siglo traspasaron el umbral de su regio pórtico en la calle Monte.

Portada principal de acceso a la edificación desde la calle Monte.

 

La Havana Railway Company se fundó en New Jersey, Estados Unidos, en 1899, durante la primera intervención norteamericana en la isla, para dotar a la capital cubana de una red moderna de tranvías. La celeridad de la empresa garantizó que ya en mayo de 1902 circulara la primera unidad vehicular entre La Habana histórica y El Vedado, extendiéndose luego a través de un amplio entramado por toda la ciudad. En ese entonces, como parte de una puja mercantil, la empresa estadounidense debió probar fuerzas frente a la londinense United Railways of Havana & Regla Warehouse, de cuyo braceo salió airosa la norteamericana. La compañía inaugural se asoció en 1912 con la Havana Electric & Gas Company, pasando a llamarse Havana Electric Railway, Light & Power Company. Desde entonces administró, no sólo el parque de tranvías eléctricos, sino también la cuantiosa energía excedente, así como el suministro de gas, beneficiando a numerosas industrias emergentes. Su prestigio creció en 1914-1917, con la inauguración de una planta motriz en Tallapiedra, a la vera del puerto habanero. La puesta en marcha de esta termoeléctrica, la convirtió en su momento en la más sofisticada y potente de Sudamérica.

Umbral del acceso principal, donde se aprecia lo que alguna vez fue el interior del edificio (a la derecha), y el portal (a la izquierda), en los que hoy no existe distinción a cielo abierto.

 

El consorcio se disuelve en 1928, dando lugar a la Compañía Cubana de Electricidad, eufemismo de lo que en realidad fue una tributaria de la American & Foreign Power. Aunque la energía abundaba, no a todos les alcanzaba el bolsillo para pagar sus cuentas, por lo que, en un rapto justiciero, el 6 de diciembre de 1933 Antonio Guiteras ordena la intervención y nacionalización de la compañía, así como la disposición de un administrador público cubano. El 14 de enero de 1934 ratifica su resolución, pero apenas un día después el gobierno al que representaba es derrocado. Se trataba del Gobierno de los Cien Días, presidido por Ramón Grau San Martín, contando como Secretario de Gobernación a Antonio Guiteras. De hecho, esta gestión política duró 127 días —entre el 10 de septiembre de 1933 y el 15 de enero de 1934—, pero la historia lo ha redondeado en su nomenclatura funcional. La esquina de Monte No. 1 acogió a la compañía hasta 1957, año en que fue trasladada a su nueva sede de Carlos III, donde hoy radica el Ministerio de Energía y Minas.

Torre de circulación vertical al interior del inmueble, con vestigios de la caja del ascensor, y las escaleras que ya han perdido sus peldaños.

 

Durante casi una década, hasta mediados de los años 60, la veterana edificación cubrió diversas funciones administrativas, cuando fue asignada a MEDICuba S.A, importadora y exportadora de insumos y equipamientos médicos. La estabilidad constructiva del predio soportó sin grandes reformas su centenario, aun cuando sus exigencias de mantenimiento y modernización de servicios se fueron dilatando en el tiempo de modo cada vez más alarmante. Lo asombroso de la monumental estructura, que tanto garbo proveyera a esta cosmopolita área capitalina, es que los habaneros lo recordábamos perfectamente servible hasta hace apenas una década, cuando transitábamos bajo sus portales de techos delicadamente estucados. Pero, una vez trasladadas las dependencias de la empresa médica para la calle 2 e/ 15 y 17, en el Vedado, con el expreso propósito de que la Oficina del Historiador de La Habana lo interviniera y remozara a fondo, su perímetro se valló con chapas metálicas, y fue ahí cuando le perdimos la pista en toda su integridad.

Pared divisoria entre el interior y el portal desde uno de los vanos de fachada; inequívoca cruz de un calvario largamente padecido.

 

Esto sucedió en vísperas de un resignado imponderable global: la pandemia de COVID 19. A la sombra del confinamiento, abandonado a su suerte y sin las adecuadas metodologías de consolidación preventivas, la edificación fue objeto de un silencioso vandalismo vecinal que agravó su condición, y que, desamparado de medidas físicas y de seguridad, se encuentra virtualmente sentenciado a colapsar bajo su propio peso. Tal parece una metáfora de la administración que le ha tocado probar durante sus últimos 66 años, contrastando en su estertor con lo que originalmente significó para la generación y abastecimiento eléctrico de la ciudad, justamente hoy, cuando la “luz” languidece.

 

Restos del estuque ornamental en el techo del portal, en la esquina interior de Monte y Egido.

 

Imagen de conjunto que contempla en un solo plano los restos de la columnata del portal, la fachada techada y el segundo nivel de la edificación.

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