«Como un inmenso conjuro la ciudad clavaba su ataúd»
José Lezama Lima, Oppiano Licario
Cuando la noche mastica el apagón
se nos vacían los ojos.
¿En dónde encontrar sentido?
La revolución es un ojo sin alas.
Cuando la bandera hierve
después de lavar sus manchas
en el agua sucia de los calderos,
¿en dónde encontrar sentido?
En esta suma nunca infusa de excepciones morfológicas,
somos la página arrancada por el huracán,
dios de los aborígenes y bufón de la Historia.
La revolución es un ojo sin alas.
Pero resulta que la página había sido anegada
por las aguas que anticiparon el ciclón,
como un diluvio en las alcantarillas de La Habana.
¿En dónde encontrar sentido?
La obra, como un perro infernal,
nos mordía la cola sexagenaria
y nosotros gritábamos, gritábamos con la garganta oscurecida.
La revolución es un ojo sin alas.