Cubierta del libro Periodismo y Nación.

Waldo Fernández Cuenca.

Muy lejos de recibir una merecida promoción y sin ninguna presentación oficial, pero de un gran valor como obra de rescate para la historia del periodismo cubano, fue publicada en 2013 la compilación Periodismo y Nación. La obra, de la editorial José Martí, es una valiosa recopilación de los artículos ganadores del premio Justo de Lara (1934-1957), el más prestigioso de Cuba en el siglo XX.

Para el autor de estas líneas el libro guarda una especial significación, porque cuando supe de la existencia de ese insigne galardón del periodismo cubano, tuve la intención de hacer lo que ya habían emprendido Germán Amado-Blanco (hijo de Luis Amado Blanco, uno de los periodistas premiados) y Yasef Ananda. Y es que el Justo de Lara condensa a buena parte de los mejores periodistas cubanos del siglo pasado y resulta además uno de los más encomiables empeños culturales de la Cuba republicana.

El Encanto, la tienda por departamento más grande y hermosa que ha tenido Cuba y que contaba con una sólida posición económica, tuvo la feliz iniciativa a principios de la década el ‘30 de premiar el mejor artículo periodístico que se publicara en la prensa cubana de la época. A partir de ahí el premio fue consolidándose y ocupó siempre un lugar cimero entre los muchos premios periodísticos que vinieron después. Cabe destacar además del Justo de Lara, entre otros, al Juan Gualberto Gómez auspiciado por la Asociación de Réporters de la Habana y el José Ignacio Rivero, patrocinado por el Conjunto de Calles y Asociaciones Comerciales de La Habana, este último incluso de mayor dotación económica (dos mil pesos) pero el Justo de Lara debido a su antigüedad, patrocinador y la calidad de su Jurado era el más codiciado.

La recopilación de Amado-Blanco y Ananda Calderón merece todo nuestro elogio, pero a los autores se les escapan varios datos que a mi juicio son importantes dar a conocer. Entre ellos están que las Bases definitivas del premio fueron redactadas en 1935 por tres intelectuales, entre ellos dos que después se adjudicarían el premio, ellos fueron: Rafael María Angulo, Jorge Mañach y Rafael Suárez Solís. Los compiladores refieren además que todo indica que el nombre del premio se debe a una sugerencia de Suárez Solís a la gerencia de El Encanto, puesto que en su juventud este periodista de origen español conoció a José de Armas y Cárdenas, por lo que su figura es muy cercana a la creación de este gran galardón.

En el prólogo señalan con total acierto que dos veces la adjudicación del premio se vio envuelto en polémicas, la primera cuando se le otorgó a Raúl Maestri en 1942, quien fungía en ese momento como subdirector del Diario de la Marina y un hombre de pensamiento conservador. Desconocía que la controversia había tenido como motivo principal la ideología de Maestri, quien había publicado un libro sobre la Alemania de Hitler, obra que fue tildada de pronazi; creía más bien que los recelos vinieron por la alta posición que ocupaba en uno de los más leídos diarios de la época, así lo hace saber en uno de sus artículos el columnista de Información Rafael Pérez Lobo, quien sale en defensa de Maestri: “¿es que por ser subdirector del DIARIO no puede a su vez ser lo bastante escritor para conquistar un premio? ¿Es que precisamente no es esa condición la que lo consolida en la subdirección de un periódico? ¿Es que las garantías de que está revestido el “Premio Justo de Lara” no representan nada para los destructores de valores ajenos? Cabría decir, pues, que en esta ocasión Raúl Maestri ha conquistado el preciado galardón a pesar de ser subdirector de un periódico que, con ser para él un gran orgullo, acaso represente en este aspecto de merma de valores, una gran desgracia en estos momentos”. Creo que el cuestionamiento a Maestri vino por su cargo en el Diario de la Marina y no —como debió haber sido— por la calidad del artículo premiado.

Pero sin duda el más sonado escándalo lo protagonizó el jurado que le concedió el galardón a la conocida escritora comunista Mirta Aguirre, en 1945. Hubiera sido muy provechoso que los compiladores hubieran añadido en sus anexos esa polémica entre Noticias de Hoy y el Diario de la Marina, y al que se sumaron el periódico Pueblo y la revista Bohemia. La Marina dirigió principalmente sus ataques hacia la ideología de la autora y al Jurado, mientras que Pueblo calificó de “detestable” la calidad del trabajo y argumentó que estaba “plagado de expresiones retorcidas e inexactas, en contradicción evidente con la misma estructura del idioma”. Por su parte, el periódico comunista hizo patente su rechazo a los argumentos expuestos y expresó que no iba a demostrar porqué la escritora tenía bien merecido el premio. La repercusión llegó al seno del recién creado PEN Club de Cuba y, como bien señala el investigador literario Jorge Domingo Cuadriello, provocó la división de esa joven organización intelectual.

En el prólogo los compiladores tampoco mencionan las causas de porqué hasta el día de hoy el premio no se otorgó en los años 1958 y 1959 y aunque pueden sugerirse varios motivos, tampoco el autor de estas líneas ha podido hallar en la prensa de la época una explicación pública, pues otros premios como el Juan Gualberto Gómez, José I. Rivero, Rodrigo de Xerez, Víctor Muñoz, entre otros, tuvieron fallos; incluso en 1959 el Club Rotario de La Habana crea un premio periodístico que lleva por nombre del insigne mambí Cosme de la Torriente, mientras el Justo de Lara no vuelve a convocarse. Indiscutiblemente los acontecimientos de la época están estrechamente relacionados, puesto que ya para 1956 el premio casi abiertamente muestra su desacuerdo con el régimen de facto de Batista, al otorgársele a Humberto Medrano, un sagaz periodista pinareño y subdirector de Prensa Libre, por su artículo “Mi amigo Borbonet”, donde elogia la valentía de uno de los conspiradores militares del movimiento de “Los Puros”. Al año siguiente lo obtiene por segunda vez Raúl Roa, con un artículo crítico sobre la realidad nacional, titulado “¿A dónde va Cuba?”, aunque el director del rotativo Excelsior, Manuel Braña, destacaba ya que el premio no debió haber sido convocado por los largos períodos de censura a que estuvo sometida toda la prensa cubana en 1957: “En realidad este año el Justo de Lara no debió haber sido concedido a nadie, sobre todo cuando la convocatoria se realizó estando aún vigente la censura. Pero, ya está hecho… Ojalá en lo sucesivo la prensa cubana no vuelva a encontrarse bajo el dogal del censor. Pero si, por desgracia, alguna otra vez la cortina de hierro de un criterio absolutista cayese sobre la libertad de expresión, los premios que representan un estímulo al libre curso de las ideas no tendrían razón de ser”. De hecho Braña pudo publicar ese trabajo la última vez que Batista levantó la censura a principios de 1958.

Me inclino a pensar entonces que el premio no se convocó para 1958 porque ese año la prensa estuvo la mayor parte del tiempo amordazada. Muy importante también debe haber sido el propio triunfo revolucionario pues el jurado se reunía en los primeros meses del año siguiente a la publicación del artículo para su deliberación mientras que la convocatoria de 1959, que debía reunirse a principios de 1960 y no se efectuó, tampoco debe guardar una estrecha relación con la convulsa situación de la naciente revolución cubana, pues si en 1959 habían sido expulsados muchos periodistas e intelectuales cómplices del depuesto régimen, la situación se agravó en 1960 cuando muchos otros abandonaron el país en desacuerdo con el nuevo gobierno, a todo esa nueva coyuntura se sumó que la tienda El Encanto pasaría a manos del Estado en octubre de ese año y con ello el Justo de Lara se convertía en historia.

Al margen de alguna que otra imprecisión histórica en las fechas, al consignar la desaparición del Diario de la Marina en 1959 y no en mayo de 1960 como sucedió realmente, y la selección de los anexos, la cual me hubiera gustado más amplia, creo que la compilación Periodismo y Nación de Germán Amado-Blanco y Yasef Ananda es muy útil para los profesionales de la comunicación y estudiantes de periodismo, así lo hacen saber los investigadores y así queda para la historia de ese premio, aún hoy no superado.

(Publicado originalmente en Palabra Nueva)


  1. Nombre verdadero del periodista y crítico literario cubano que firmó sus trabajos bajo la rúbrica Justo de Lara. Vivió entre 1866 y 1919 y fue director de publicaciones como Lunes de la Unión Constitucional y Las Avispas. Colaboró en otros periódicos como The New York Herald y The Sun, de Estados Unidos; y La Nación, La Lucha, Revista Cubana, El Fígaro, El Trunco, El País, El Día, Diario de la Familia, Diario de la Marina, La Prensa, La Discusión, El Comercio, Cuba y América, Cuba Contemporánea, Social, El Mundo y Heraldo de Cuba, en la isla; además de revistas en España y Reino Unido, siendo un periodista bilingüe de español-inglés. Entre sus obras de crítica literaria se destacan sus estudios cervantinos y del Siglo de Oro español, como La Dorotea de Lope de Vega (1884) y Cervantes en la literatura inglesa (1916).
  2. Renato Villaverde, “Raúl Maestri vs. Justo de Lara”, Diario de la Marina, 25 de febrero de 1943, p. 4.
  3. “Más sobre el Premio Justo de Lara”, Diario de la Marina, 26 de febrero de 1946, p. 4.
  4. “Nuestra respuesta a un Bonche de Salvajes”, Noticias de Hoy, 21 de febrero de 1946, p. 1.
  5. Jorge Domingo Cuadriello, “El PEN Club de Cuba”, Espacio Laical, año 6, no. 2, 2010, pp. 116-119.
  6. Manuel Braña, “Condiciones esenciales”, Excelsior, 23 de febrero de 1958, p. A-7.

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