Capacidad y energía eran las cualidades que distinguían a este delegado. Era experto en el tipo de guerra irregular que caracterizó a las luchas independentistas. Como jefe del ejército nacional, tuvo la oportunidad de aplicar sus principios a la lucha contrainsurgente con terrible éxito. Junto a su amigo, José Miguel Gómez, frecuentaba las vallas de gallos donde, según sus enemigos, gastaba sospechosamente grandes sumas de dinero. Su salud, sin embargo, no estuvo a la altura de su brío. Murió casi a un par de semanas de cumplir 53 años, el 14 de diciembre de 1914.
Como su nacimiento tuvo lugar el 27 de diciembre de 1861 muy pronto estaremos hablando nuevamente de él. Así que por el momento nos ocuparemos de contar algunos rasgos relevantes de su vida anterior a la Constituyente. En un par de semanas tendremos que abordar la etapa más polémica de su existencia, recordada por muchos con verdadera animadversión.
Un jefe natural
Era hijo del doctor José de Jesús Monteagudo Barroso y de Francisca Javiera Consuegra Machado. Sobre el período de su vida anterior a su levantamiento contra España durante la Guerra del ‘95 existe muy poca información. Se sabe que tenía un establecimiento de farmacia en el poblado de Placetas. El boticario era una figura relevante en los poblados del interior de la isla. Dotado de cierta instrucción, por la propia naturaleza de su negocio tenía la facilidad de establecer amplias redes de relaciones en su zona de actividad.
Su vida transcurría en el ambiente del pequeño pueblo de campo. Cercano al campesino, pero sin ser exactamente uno de ellos. Ofreciendo un servicio de gran valor para la comunidad que le garantizaba una posición de prestigio e influencia. Un hombre con el cerebro medianamente bien amueblado podía trabajar con esos recursos a su disposición para conquistarse una posición de mayor relevancia. Monteagudo no decepcionó. Desde la etapa conspirativa precia a su alzamiento, asumiendo posiciones de liderazgo a nivel local. La guerra estalló en febrero de 1895, pero el futuro general no se alzó hasta el 26 de octubre. Lo hizo al frente de una partida de 26 hombres, con el grado de capitán que él mismo se asignó y luego le fue reconocido.
Formación de un jefe insurgente
Al cabo de un mes, la partida se integraría a la Brigada de Santa Clara comandada por el entonces coronel Juan Bruno Zayas. De Zayas hemos hablado en otras ocasiones. En su momento fue el general más jóven del Ejército Libertador, al menos hasta el nombramiento de José Luis Robau. Su hermano Alfredo sería en el futuro delegado a la Constituyente y Presidente de la República.
Monteagudo se destacó de inmediato como jefe militar efectivo. Marchó como parte de la tropa de Zayas en la invasión a occidente. Se destacó en numerosas acciones militares llamando la atención de sus superiores. Maceo propuso su ascenso a comandante en diciembre del ‘95. En enero del ‘96 fue gravemente herido en el pecho mientras combatía en Pinar del Río. El nuevo ascenso no se hizo esperar y en febrero le sería otorgado el grado de teniente coronel. Era de los hombres que saben afrontar el peligro y mantener el aplomo. Su ascenso en el escalafón militar no se debió a sus estudios superiores o sus relaciones con el mando. Cada nuevo grado era fruto exclusivo del mérito.
De la herida terminó de recuperarse en su región natal. Inmediatamente se dispuso a organizar un nuevo escuadrón con aquellos grupos insurgentes dispersos en la zona. La Brigada de Santa Clara regresó de occidente, pero el general Zayas había caído en Quivicán el 30 de julio de 1896. El 10 de septiembre Monteagudo asumió el mando de esa fuerza por decisión de un consejo de jefes. Máximo Gómez ya había propuesto al Consejo de Gobierno que le concediera el grado de coronel.
El experto guerrillero
La Brigada bajo su mando se convirtió en una de las más efectivas del Cuarto Cuerpo del Ejército Libertador. Monteagudo se iba convirtiendo en un experto en la guerra irregular. El propio Máximo Gómez, autoridad en la materia, manifestaba su aprecio por las aptitudes y habilidades del jefe santaclareño. Su ascenso a general de Brigada se produjo en agosto de 1897. En septiembre le sería confiado el mando de la Segunda División del Cuarto Cuerpo al que pertenecía su Brigada.
Su celo le impidió desprenderse del mando de la Brigada que había reorganizado. Cuestionó el nombramiento de su sustituto y ejerció el mando simultaneo de la división y la brigada. No fue hasta abril del año siguiente que entregó el mando de esta última a un jefe que consideró adecuado, el entonces coronel Gerardo Machado. Sin duda esto dice mucho de su carácter que sus compañeros calificaban de violento y apasionado. Sin ser especialmente carismático, era famoso por su energía sin fin y su disciplina proverbial, cualidades que sin duda eran del agrado del viejo Gómez. No admitía objeciones a sus órdenes, algo difícil de lograr en un ejército de civiles insurgentes.