Fotografía de Juan Pablo Estrada

La historia, como cualquier otra ciencia social es selectiva, privilegia determinados acontecimientos y desecha otros. Resulta natural que los historiadores seleccionen aquellos acontecimientos que ayudan a un metarrelato nacional donde se pone de manifiesto el amor patrio y los valores nacionalistas del estado-nación. Todos aquellos que han leído alguno de los textos básicos de Historia de Cuba que se han publicado en las últimas décadas, recordarán el lamentable suceso acaecido el 10 de marzo de 1949, cuando unos marines norteamericanos en estado de ebriedad profanaron la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana, lo que causó una gran repulsa popular y fue condenado —en mayor o menor grado— por la sociedad y la prensa cubana de la época. Lamentablemente el acto de disculpa del Embajador norteamericano no fue muy convincente, aunque la revista Bohemia sacó, a toda página, una foto donde puede observarse a unos marines cubanos depositando unas flores ante el busto de Abraham Lincoln en el Parque de la Fraternidad, tal vez el mejor acto de desagravio ante la ofensa de los marines estadounidenses.  

Sin embargo, lo que nunca es mencionado es que apenas unos días antes había tenido lugar un suceso en La Habana que mostraba a las claras el auge de la Guerra Fría y la polarización de la geopolítica mundial en dos bandos irreconciliables: Capitalismo vs. Comunismo o Democracia vs. Totalitarismo, según la terminología de uno u otro bando. En su momento, el hecho tuvo tanta relevancia como lo ocurrido con los marines norteños, pero la historia posterior nunca se ha encargado de recordarlo. Sucedió que por esos días de carnaval y fiesta habanera, algunos comerciantes decidieron vender unas caretas o imagen caricaturesca del jefe máximo de la URSS, Iosif Stalin y eso ofendió al Gobierno de ese país, que hizo llegar una carta de protesta al ministro de Estado cubano Carlos Hevia, solicitándole retirar dicho artículo de la venta. La respuesta del canciller fue muy diáfana. No aceptaban la petición soviética pues —según la nota hecha pública por el Gobierno de la isla— “en Cuba hay libertad para las críticas, aun las más discrepantes y eso incluye las representaciones humorísticas y el Gobierno no interfiere en ninguna en esas expresiones”. Pero tal vez esas caretas con una imagen poco agradable de Stalin no hubieran molestado tanto, sino es porque semanas antes de este hecho el Gobierno cubano había expresado su posición oficial ante el empuje del comunismo en Europa donde hablaba de detener el “peligro rojo”, debido al control de vastos territorios por parte de Moscú. Los soviéticos no quisieron desaprovechar la oportunidad de ripostar.    

Estaba claro que el Gobierno de la isla al responderle de manera poco amistosa a la Unión Soviética se inclinaba a favor de Estados Unidos en los comienzos de la Guerra Fría. El intercambio de notas diplomáticas entre Cuba y la URSS conllevó a un enfriamiento en las relaciones entre ambos países, establecidas apenas unos siete años atrás por el Gobierno constitucional de Fulgencio Batista, en medio de la batalla estratégica contra el nazismo alemán, afortunadamente ya derrotado. La tirantez entre Cuba y la URSS no pasó desapercibido para la prensa americana y diarios de Argentina, Perú y Estados Unidos se refirieron al suceso. 

Después de la nota cubana al gobierno soviético, la Comisión Organizadora del Carnaval hizo saber que dentro del reglamento de dicho evento constaba la prohibición de cualquier tipo de burla a los jefes de Estado de países amigos, pero el conocimiento de este dictamen no hizo variar en lo más mínimo la decisión del Ejecutivo Nacional de no interferir en la venta y exhibición de dichas caretas en el Carnaval habanero, el cual tenía en aquel momento casi dos meses de duración. 

Varios editoriales de periódicos habaneros señalaron como inminente la ruptura diplomática entre ambos países en ese crucial momento. Entre ellos el diario Alerta acotaba que los rusos no podían entender nuestra “veta humorística tan acentuada, uno de los rasgos que nos identifica ante el extraño. Así el que ideó la confección de esas caretas del adusto Joseph Stalin, sólo pensó en aquel momento como un hombre que se hacía llamar con el chiqueo de ‘El Padrecito’ no podría molestarse con que centenares de vecinos de una isla lejana trataran de personalizarlo en sus fiestas domésticas”. 

El Diario de la Marina un diario de reconocida línea anticomunista abogó por la ruptura total con la Unión Soviética y en el otro extremo Noticias de Hoy de los comunistas cubanos rechazaba la posición del Gobierno de la isla ante el suceso. Poco tiempo después, cuando la Guerra Fría iba en aumento y el macartismo hizo su aparición en Estados Unidos, el Gobierno cubano rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y hasta se prohibió exportar cualquier producto cubano hacia ese país a mediados de 1951. El periódico Hoy fue clausurado en 1953 y no vería más la luz hasta enero de 1959. 

Otro de los acontecimientos de aquellos años poco recordado fue el debate suscitado sobre si la isla participaba o no en la guerra desatada en la península coreana la cual estalló en junio de 1950. A raíz de ese conflicto —uno de los más paradigmáticos de la Guerra Fría—, dos organizaciones radicadas en La Habana como la Legión Nacional de Excombatientes de la Segunda Guerra Mundial y el Comité Nacional de la Acera del Louvre, hicieron un llamado en junio de 1951 para alistar voluntarios que desearan luchar junto al Ejército norteamericano y colombiano en ese conflicto. A esa convocatoria respondieron de manera voluntaria más de 500 jóvenes, entre ellos 14 mujeres. Consta la participación de varios cubanos en esa guerra junto al Ejército norteamericano, entre ellos Manuel del Valle Joglar natural de Guanajay y soldado de la Primera División de Caballería Motorizada quien regreso a casa con la distinción Privet first class, este combatiente era hermano del presbítero Raúl del Valle, secretario personal del Cardenal Manuel Arteaga. Tal era el ambiente belicista por aquellos años que un funcionario filipino de visita en La Habana sugirió implantar en todas las democracias el Servicio Militar Obligatorio para combatir en Corea. Cuba, además de hombres, aportó para las huestes estadounidenses dos mil toneladas de azúcar refino por un valor de 270 mil pesos y centenares de cajas de tabaco. 

Todo lo anterior demuestra la participación activa de Cuba en los acontecimientos más importantes del mundo en aquel momento en medio de los tensos conflictos que produjo la Guerra Fría, de los cuales la Revolución Cubana se convertiría posteriormente en uno de sus grandes capítulos. Desempolvarlos del olvido es un acto de justicia histórica y de contribución a la memoria de la nación cubana.  

 

(Publicado originalmente en Palabra Nueva)


1 “Parece inminente la ruptura de relaciones con el Soviet”, Alerta, 10 de marzo de 1949, p. 12.

2 “Siguen tirantes las relaciones entre Cuba y Rusia”, Diario de la Marina, 12 de marzo de 1949, p. 1.

3 “Parece inminente la ruptura de relaciones con el Soviet”, Alerta, 10 de marzo de 1949, p. 12.

4 “Prohíbe Cuba toda exportación de productos a Rusia Soviética”, Diario de la Marina, 20 de julio de 1951, p. 1.

5 “Reclutamiento de voluntarios anticomunistas”, Diario de la Marina, 22 de junio de 1951, p. 3.

6 7 Días, Revista de los acontecimientos de la Semana, Diario de la Marina, 1 de julio de 1951, p. 5.

7 “Las democracias deben implantar el Servicio Militar Obligatorio” Diario de la Marina, 9 de mayo de 1951, p. 33.

8 “Entregan el cheque importe del azúcar de Cuba para Corea”, Diario de la Marina, 27 de julio de 1951, p. 1.

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