Fotografía de Juan Pablo Estrada.

En el año 168 a. C., el rey seléucida Antíoco IV Epífanes marchó sobre Jerusalén y obligó a los judíos a unirse a la expansión del helenismo, introduciendo ideas extranjeras en la antigua cultura hebrea. El Libro de los Macabeos relata la toma del Templo Sagrado de Jerusalén y su profanación por parte de sus soldados, erigiendo en su interior un altar al dios griego Zeus. Prohibió el culto a Jehová y ordenó a los judíos comer alimentos considerados impuros.

Ante este intento de ingeniería social e imposición extranjera, el anciano Matatías y sus hijos, llamados Macabeos, lideraron una rebelión de fieles que aplastó a los ocupantes en una guerra de guerrillas. Durante siglos, el pueblo judío ha recordado la victoria en Janucá.

Entre 1568 y 1648, una guerra sacudió el noroeste de la Europa continental. La restricción de la libertad religiosa en los Países Bajos, entonces bajo dominio español, fue uno de los principales detonantes de la Guerra de los Ochenta Años, que logró la independencia holandesa y convirtió al país en una potencia occidental.

Aunque Juan Calvino quizá nunca haya pisado el país, sus enseñanzas durante la Reforma Protestante encontraron terreno fértil en los Países Bajos. De hecho, casi todos los partidos políticos a finales del siglo XIX adoptaron sus enseñanzas[1].

Según la Enciclopedia de Historia Mundial, la Reforma Protestante había llegado a los Países Bajos en la década de 1560, pero la persecución de los no católicos continuaba. La tensión religiosa fue en aumento, hasta que los mosquetes y los cuchillos inundaron las calles.

Los holandeses construyeron una sociedad “basada en el respeto, la aceptación, la autodisciplina y la eficiencia, donde se valora el trabajo duro, se puede hacer justicia y se fomenta el talento”[2], típica de otras naciones cuya fundación estuvo marcada por el protestantismo, como Suiza o Estados Unidos.

Al otro lado del Atlántico también se libraba una guerra para pisotear la fe. La Guerra Cristera de 1926 tiñó de rojo a México, con su mayoría católica, durante tres largos años. Ocurrió después de que el régimen de Plutarco Elías Calles restringiera la libertad de culto y, con ella, la de expresión.

La limitación a la libertad de culto, establecida en la Constitución de 1917, se agravó con el cierre de templos, la expulsión de sacerdotes extranjeros y la ejecución de fieles y líderes religiosos.

Cientos de miles de campesinos, obreros e incluso soldados del ejército conspiraron o se alzaron en armas contra el Estado mexicano. Las fotos revelan un ejército harapiento, con la piel agrietada por el sol, delgado. Era el hombre común contra una élite que, en sus palacios urbanos, veía con desprecio la devoción popular.

El tirano Elías Calles, pistolero de la Revolución Mexicana, había fundado el Partido Mexicano del Trabajo (PLM) para pasar de las armas a la política y, en el ciclo oscuro de casi todos los revolucionarios, para volver a las balas, pero esta vez desde el Estado. El PLM, bajo el cual México se llenó de creyentes fusilados y colgados de postes de electricidad, tenía una inspiración marxista, como lo demuestra su afiliación a la Segunda Internacional Socialista. Es el padre del actual Partido Nacional Revolucionario.

Las milicias populares desorganizadas hicieron retroceder al ejército cuando el general Enrique Gorosieta tomó el mando de los cristeros, un hombre de valores republicanos que al comienzo de la guerra ni creía en Dios ni empuñaba armas. Ambas cosas cambiaron mientras recorría el arriesgado camino de la justicia, tras conocer a tantas personas de fe, tantas gargantas que defendían el “¡Viva Cristo Rey!”.

Ese fue también el grito de los ejecutados en las fosas de La Cabaña, la mayor fortaleza del Imperio español en América, convertida por Fidel Castro y el Che Guevara en una trituradora de carne humana. La revolución cubana convirtió a la isla en la cabeza de la serpiente marxista y atea de la región. Entre las primeras instituciones debilitadas se encuentran las iglesias, que aplaudieron la huida del general Fulgencio Batista de Cuba, pero pronto rechazaron la manipulación socialista del proceso y apoyaron la propaganda y el impulso antitotalitario. La fe movilizó a los cubanos. “Con la cruz como emblema destruiremos la hoz”, dice el himno de los Plantados; el monograma de la Brigada de Asalto 2506 lleva una cruz.

En el contexto occidental, Cuba era y es una nación de mayoría católica y un número creciente de protestantes. La anomalía de un país bajo el comunismo, que insulta y persigue la fe, la ley natural y la tradición judeocristiana, ha convertido a la isla en un paréntesis hemisférico.

Estalinismo, castrismo, chavismo. Cada vez que alguien aplica el marxismo como sistema político, sólo consigue convertir su nombre en una nueva franquicia tiránica. Mientras la libertad y el desarrollo se abren paso en la región, incluso con imperfecciones, en la isla la promesa de un salto histórico apenas ha dejado a millones de almas vagando hacia el mundo precolombino: sin electricidad debido a los frecuentes apagones, con medicina herbal y raíces por la escasez de antibióticos.

Al igual que en las primeras décadas de la revolución cubana, desde 2018 un importante movimiento cívico ha tenido a la Iglesia y a la comunidad religiosa como protagonistas. Ese mismo año, el Estado propuso una serie de modificaciones al cuerpo legal de la nación. La Constitución y el Código Penal, por ejemplo, para consolidarse en el poder en medio de un cambio generacional al frente del país y para ganarse el favor y las jugosas subvenciones de organizaciones globales, alineándose con la Agenda 2030.

Este mes de septiembre se cumple un año de la mayor derrota política del régimen en Cuba, infligida por la ciudadanía. Me refiero al rotundo fracaso del Código de Familia (CdF), rebautizado como “de las Familias” desde el Palacio de la Revolución. En 2021, padres cristianos de diversas partes de la isla, preocupados por la proliferación de la ideología de género y la mayor restricción de la libertad en el CdF, unieron fuerzas para fundar la campaña “A la escuela, pero sin ideología de género” (ALEPSIG). Entre los impulsores se encontraban líderes comunitarios u hombres de prestigio en el ámbito científico o artístico, como el cirujano maxilofacial Oscar Rivero o el productor audiovisual Sandy Cancino.

El movimiento cívico, que se extendió rápidamente entre creyentes y no creyentes, exigió libertad académica y de conciencia y el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos. En medio de la pandemia de COVID-19 y el brutal cierre ordenado por el castrismo, ALEPSIDG movilizó puerta a puerta en todos los municipios del país a mujeres y hombres opuestos al régimen.

La inteligencia y la capacidad de liderazgo de los padres con respecto a la iniciativa se pusieron a prueba en medio de un sistema que impide la libertad de reunión y asociación. El contrabando de las firmas originales de punta a punta de la isla, la impresión de miles de hojas de copias y la custodia de las cajas con las firmas originales en un lugar seguro y secreto implicaban una compleja red de miembros.

Gestionar grupos en redes sociales para el debate y la comunicación con simpatizantes y también con quienes atacaban la iniciativa fue un reto cuando Facebook[3], por ejemplo, creció rápidamente de decenas a cientos y superó los 13.000 miembros.

A partir de ahí, se convocaron ayunos, servicios religiosos, conferencias por Telegram con psicólogos, etc. Todo un mundo de activismo fuera del Estado. Varias iglesias se sumaron a la iniciativa una vez que los padres demostraron avances y capacidad sobre el terreno.

Las casas de los creyentes se convirtieron en un hervidero de libertad de conciencia en aquellos días. Las familias expresaban sus preocupaciones con naturalidad, mientras que otras organizaban auténticos debates sobre los peligros de la nueva legislación en sus hogares. Estas reuniones terminaron, en muchos casos, con un profundo rechazo al propio sistema socialista. Un efecto de bola de nieve en el caluroso trópico político cubano. Cuando se afecta una libertad, en este caso la religiosa, es fácil reconocer el declive de las demás.

En ambos debates, ninguno fue cubierto por los medios oficiales ni privados.

Otro resultado de la presión ejercida por ALEPSIG fue que, por primera vez, el régimen tuvo que dar acceso en televisión a un líder de la sociedad civil abiertamente opuesto a sus políticas. Me refiero al discurso, pronunciado el 1 de abril de 2021, por el profesor y pastor Bárbaro Abel Marrero, al frente del Seminario Bautista de La Habana.

Su discurso se centró en la defensa de la familia, y en él, por primera vez, alguien dijo frente al Estado que constituía una amenaza a la libertad de conciencia de todos los cubanos. Mientras la exposición se viralizaba con aplausos en redes sociales, la prensa estatal y parte de la independiente publicaban sin cesar críticas a la postura de Marrero.

Esto puso de manifiesto una distancia significativa entre los ciudadanos y quienes escriben sobre la realidad cubana. La gente común, representada por un líder evangélico, contra una élite que defendía la ingeniería social promovida por el totalitarismo.

Las repercusiones para Rivero y su familia no se hicieron esperar. Fue citado y amenazado por la policía política en innumerables ocasiones. “Ante estos ataques, optó por la discreción y se alejó del vedettismo mediático. No hubo victimización, sólo trabajo en el último año de Rivero”, declaró el sitio web CubaTrendings al nombrarlo Persona del Año 2022.

ALEPSIG realizó la segunda mayor recolección de firmas en 63 años de dictadura, con 140.000 firmas contra la introducción de la ideología de género en el Código de Familia. Aunque las autoridades se negaron a recibir los cientos de páginas con firmas el 29 de noviembre de 2021, la implementación de la Resolución 16/2021 del Ministerio de Educación de Castro, que inoculó el currículo escolar, ya ideologizado, con un enfoque de género, se pospuso en diciembre de 2021 hasta agosto de 2022, a la espera de la aprobación del Código de Familia, según informaron las autoridades.

Ese fue el segundo logro de la Campaña: detener una ley estatal durante casi un año.

El 25 de septiembre de 2022, en el Referéndum del Código de Familia, la campaña de ALEPSIG contribuyó a un tercer resultado histórico: por primera vez, el régimen cubano tuvo que aceptar públicamente que sólo una minoría de la población apoyaba una de sus políticas.

El régimen anunció a finales de septiembre su “victoria” en la votación del Código de Familia. Sin embargo, no fue así. Entre el “Yo No Voto” y el “Yo Voto No”, más de la mitad del censo electoral rechazó el Código.

A favor del “Sí”, sólo se contabilizaron 3.936.790 papeletas, según el propio Consejo Nacional Electoral. Mientras tanto, de un registro total de 8.447.467 electores, casi el 26 % no acudió a las urnas, es decir, 2.196.341. Entre quienes sí acudieron a votar, el número total de papeletas nulas fue de 359.081. Se depositaron 1.950.090 votos a favor del No. En total, 4.505.512 cubanos con derecho a voto (el 53,33 % del censo electoral) rechazaron el Código o no participaron en el último paso para su aprobación. Esta es la política estatal más impopular en seis décadas. En realidad, triunfaron el Yo No Voto y el Yo Voto No. Toda la legislación asociada al Código no puede verse de otra manera que como una clara imposición estatal, que aplastó el rechazo popular mayoritario.

Sin embargo, es una victoria para la sociedad civil que se organizó y se hizo oír cívicamente; especialmente para la comunidad evangélica cubana y ALEPSIG, que aumentaron su prestigio y atractivo entre los ciudadanos creyentes y no creyentes.

La página oficial de Facebook de la campaña declaró: “Lo mejor está por venir para Cuba, gracias a todos los miembros de la sociedad civil que apoyaron el No. Gracias a la familia cubana, hoy hemos logrado ser mayoría y tenemos que seguir desarrollando acciones”. Y concluyó, con ironía: “Este resultado no es ni siquiera una victoria pírrica, sino una gran derrota para los promotores del Código, y para el Gobierno, una tristeza, cada vez más solo”.

Sabiendo que en una dictadura es muy fácil alterar los porcentajes de votos, resulta muy ilustrativo que las cifras oficiales sigan siendo tan adversas. Esto sólo tiene una lectura posible: el rechazo al Código de Familia, en primer lugar, y al régimen, en segundo, fue masivo.

Por primera vez bajo el totalitarismo, la mayoría de la población cubana rechazó (ya sea por abstención o voto negativo) una política de Estado (la imposición de la ideología de género). Por primera vez, una propuesta del régimen fue minoritaria en un referéndum (si sumamos Yo No Voto y Yo Voto No). La abstención fue la más alta en cualquier proceso electoral en casi 64 años.

El Consejo Nacional Electoral actualizó el 5 de octubre de 2022 las cifras de septiembre. En los resultados finales, el Sí bajó ligeramente, del 66,87% al 66,85% con respecto a los resultados preliminares, y el No aumentó ligeramente, del 33,13% al 33,15%. Por su parte, la abstención aumentó del 25,01% al 25,88%.

El Estado totalitario, con todas sus instituciones y funcionarios, se posicionó a favor del Sí con una intensa campaña en medios oficiales, espacios públicos y redes sociales. En la Cuba revolucionaria se han celebrado tres referendos desde 1959 hasta la fecha. En 1976, cuando se celebró el referendo constitucional, la participación, según datos oficiales, fue del 98% del padrón y la aprobación, del 97%. Luego, en 2019, la participación fue del 90% y la aprobación, del 84%. En las últimas elecciones, las de 2018, la participación fue del 85% y en 2013 del 90,88%. “La abstención del 26% es histórica en los procesos electorales de Cuba”, afirmó Jesús Delgado Valery, director de desarrollo institucional de la ONG Transparencia Electoral.

En las elecciones parlamentarias de marzo de 2023, tras una campaña que contó con el apoyo de la prensa independiente y las organizaciones de la oposición, la abstención, según cifras oficiales, fue de tan solo el 24,08%. En todo esto, es importante recordar que la AEPSIDG no contó con el apoyo de las organizaciones de la oposición ni con los reflectores de la prensa independiente. En la mayoría de los casos, incluso cuando los activistas por la libertad simpatizaban con la campaña, sus organizaciones permanecieron en silencio.

Simultáneamente, el Estado cubano lanzó una dura campaña de comunicación e intimidación, utilizando la maquinaria propagandística cubana y las fuerzas de la policía política contra los líderes del movimiento cívico antigénero.

Con total independencia y contra todas las fuerzas, la AEPSIDG logró lo que ninguna otra iniciativa pacífica en la era totalitaria logró: cientos de miles de cubanos, al mismo tiempo, oponiendo resistencia a la dictadura. Con la distancia de los siglos y las modas, la libertad religiosa sigue atrayendo la voluntad popular. El mismo sentimiento atravesó a los macabeos, a los protestantes del viejo continente, a los cristeros y a los cubanos de este siglo y del pasado: el derecho a que el poder no doblegue la conciencia.

  1. Calvinism in the Netherlands: why are the Dutch so Calvinist in nature? https://dutchreview.com/culture/society/calvinism-netherlands-dutch-calvinist-nature/

  2. Ídem.

  3. https://www.facebook.com/groups/409505754041849.

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