Algunos cubanos involucrados en la Operación Makasi.

Mientras el régimen de La Habana buscó en los años 60 expandir la lucha revolucionaria hacia África, un grupo de cubanos exiliados, involucrados en las fuerzas militares estadounidenses, contribuyó a operaciones que frenaron el avance socialista en el continente negro.

Operación Makasi (2024), dirigido por el videasta y fotógrafo cubanoamericano Wenceslao Cruz, presenta las acciones, poco conocidas, de un grupo de hombres nacidos en la isla que enfrentaron con las armas “los propósitos imperialistas castristas” en África.

El régimen actuaba entonces como punta de lanza de la Unión Soviética, en un contexto de Guerra Fría, donde el bloque marxista tercerizaba el enfrentamiento directo con los Estados Unidos, apoyando grupos guerrilleros y terroristas por todo el planeta.

Entendidos del peligro revolucionario, a partir de lo que habían visto en su propia patria, varios cubanos en el exilio combatieron, cara a cara, a las tropas subversivas de El Congo y a sus asesores de La Habana.

La película, de unos 66 minutos, cuenta con los testimonios de pilotos como Gastón Francisco Bernal, Armando Cantillo y Federico Flaquer, y los soldados de infantería Ángel Manuel Benítez, Pedro López —quien recuerda que fueron 19 los hombres que llegaron hasta Leopoldville, ciudad luego renombrada Kinshasa—.

Flaquer, piloto aviador, en África.

Muchos estuvieron en El Congo cuatro años, entre 1963 y 1967, aproximadamente.

Juan Carlos Perón, piloto aviador, recuerda que fueron a ese país con la expresa misión de combatir al comunismo. “Teníamos información de que había infiltración de Cuba en el Congo, que lo querían coger, y que ahí estaba el Che Guevara”.

Roberto Pichardo, jefe de comunicaciones y electricista de lanchas, contó que buscaban “eliminar el tráfico que tenía de un lado y otro del Lago Tanganika”. Armas, alimentos, hombres, todo pasaba por esa masa de agua navegable para alimentar a los rebeldes desde Tanzania.

Los cubanos estaban a cargo de Lobo Uno y Lobo Dos, embarcaciones que, según Félix Toledo, operador y artillero, también tenían la misión de facilitar el desembarco de la artillería, “limpiar de enemigos”.

En la cabeza de Eulogio Amado Reyes, mecánico y artillero de una de ellas, aún están las memorias de cómo salían a patrullar el lago a toda hora, y de los combates nocturnos. Peleas de lancha a lancha, y de lancha a Tierra.

En una ocasión los radares de los exiliados captaron la presencia en el lago de varias embarcaciones. Empezó un combate duro y largo, de casi dos horas. Una lancha, como si quisiera evitar ser percibida, se fue alejando del grupo principal.

Cuando la pelea estaba en su punto álgido, sabiéndose derrotados, el bote misterioso enfiló rumbo a Tanzania a toda máquina. Luego sabrían los cubanos que allí estaba el mismísimo Ernesto “Che” Guevara.

Con victorias como aquella, fue eliminado un 70 por ciento del contrabando de armas y soldados en el lago.

Algunos de los cubanos involucrados, que habían luchado contra Castro, tenían experiencia manejando lanchas en el Caribe, lo que les sería importante en el Tanganika.

Generoso Bringas, operador y artillero de lanchas, confiesa que estaba más dispuesto a ir a liberar Cuba que al Congo. Le prometieron que “de resolverse lo de Cuba” mientras estaban en África, saldrían directo de allí con un barco lleno de todo lo necesario.

Estaba reciente en la memoria la incursión de Bahía de Cochinos, en 1961, y la traición de John F. Kennedy, al no enviar refuerzo aéreo a los expedicionarios; pero aún había cubanos prestos a intentarlo de nuevo.

No sólo en el Lago Tanganika, también en tierra pelearon los exiliados.

En 1964 el consulado estadounidense en Stanleyville fue tomado por rebeldes congoleños de inspiración “lumumbista” (asociada al nacionalista africano Patrice Lumumba), llamados Simba. Por 111 días mantuvieron retenidos rehenes, sólo rescatados en una operación conjunta estadounidense-belga llamada Operación Dragon Rouge, en la que también participaron los cubanos.

Los líderes izquierdistas que azuzaban a los rebeldes congoleños instaban a los brujos en las aldeas a que bendijeran las tropas. Les decían que no debían temer en la pelea, que las balas de sus enemigos se harían agua al impactarlos.

El documental recoge el testimonio de los cubanos liberando misioneros religiosos que quedaron en manos de los revolucionarios, patrullajes aéreos, aterrizajes forzosos en la selva, nidos de ametralladoras y lanzamiento de paracaidistas.

Las historias de canibalismo también rondaban a los soldados, y algunos las relatan a cámara. Entre los Simba hubo frecuentes reportes de violaciones, empalamientos, desmembramientos y hasta antropofagia ritual.

La nutrida audiencia en la presentación del pasado viernes 28 de marzo, en Florida International University, de Miami, reveló el interés de los jóvenes por conocer de esa poco divulgada historia.

La presentación misma reveló que queda mucho por contar. De las batallas por las minas de uranio y cobre contra potencias europeas —la última misión del aviador Flaquer—; hasta el silencio que mandó la CIA por 30 años para quienes participaron en la Operación.

El documental, producido por el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, es un testimonio valioso para el futuro y el presente de esos dos brazos del fragmentado cuerpo nacional: la historia cubanoamericana y la de la isla.

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