José Luis Robau (imagen de archivo).

El joven general, que desfiló con la tropa por su pueblo natal el 1 de enero de 1899 parecía destinado a la gloria. En Sagua la Grande, donde nació, lo idolatraban incondicionalmente. Tenía fortuna, prestigio y arrestos juveniles como para afrontar cualquier empresa. Su firma había sido estampada en la Constitución del país en cuya vida pública podría ser, previsiblemente, cada vez más importante. A pesar de haber apoyado al bando perdedor en una breve guerra civil, acababa de ganar las elecciones a gobernador en su provincia. El futuro parecía luminoso para José Luis Robau. La muerte, sin embargo, dio cuenta de él un par de meses después de que cumpliera los 39 años, el 12 de diciembre de 1909. 

Hablamos del general más joven de Cuba el 3 de octubre, cuando recordábamos su nacimiento que tuvo lugar ese día de 1870. La precocidad era su marca personal. En la Constituyente a la que fue electo el 15 de septiembre de 1900 sólo había otro delegado más joven que él, Enrique Villuendas. Además de Villuendas (25) y Robau (29), otros cuatro delegados tenían menos de 35 años al ser electos. Gonzalo de Quesada (31), Rafael Portuondo (33), José Braulio Alemán (34) y Manuel Ramón Silva (34). José Nicolás Ferrer (29) se incorporaría luego en sustitución de Joaquín Castillo Duany.  

En general, el cónclave era relativamente joven. Apenas 8 de los 31 delegados rebasaban los 50 años y de ellos sólo dos tenían más de 70. Llama la atención que de los delegados más jóvenes sólo Alemán (63) sobrepasaría la barrera de los 60 años. Silva murió a los 53, Quesada a los 46, Portuondo a los 41, Ferrer a los 42 y Villuendas a los 30. De los restantes 23 delegados, sólo 3 no sobrevivirían más allá de los 60. Por desgracia, los más precoces en la vida lo fueron también en la muerte. 

Sin excepción, no obstante, casi todos tuvieron vidas activas y notorias donde, aún en tiempos de paz, no faltaban los peligros. La pugna política enfrentaba a los que habían sido hermanos de lucha durante la guerra. Resolver los conflictos de forma pacífica no siempre era una opción privilegiada por esos hombres impulsivos y llenos de orgullo.  

Habíamos dejado a Robau al momento de ser elegido para representar a su provincia en la Convención Constituyente. El contenido de los debates que tuvieron lugar en ella será tema del podcast Cuba Constituyente. Usualmente nos ocuparíamos, entonces, de la vida de Robau en el período posterior a su participación en la asamblea. Es necesario, sin embargo, que nos ocupemos de un acontecimiento que tuvo lugar ahí porque quizá marcó el destino del joven general de manera determinante.

Se trata de los debates que tuvieron lugar en relación con la Enmienda Platt y la propia votación de la misma. El gobierno de los Estados Unidos condicionó la independencia de la isla a la aceptación de la Enmienda como apéndice constitucional. La Convención hizo un esfuerzo por evitarlo. Los partidos políticos, sobre todo el Partido Nacional Cubano y el Partido Republicano Federal de Las Villas, al que pertenecía Robau, juraron no aceptarla. Se intentó, incluso, hacer una contrapropuesta a los estadounidenses sin éxito. Al principio la mayoría de los delegados habían determinado votar en contra de la Enmienda. Entre los republicanos federales se hablaba incluso de sublevación. Pero las presiones y el desaliento fueron haciendo mella en las filas de los que la rechazaban. 

En el punto álgido, los villareños del Partido Republicano Federal decidieron cambiar su voto. De los siete delegados de la provincia, todos miembros de ese partido, cinco acabaron por votar a favor de la Enmienda. Solamente José Braulio Alemán y José Luis Robau se empeñaron en votar en contra. La Enmienda fue aprobada por mayoría de un voto. Las delegaciones de Santiago de Cuba (Oriente) y Puerto Príncipe (Camagüey) fueron las únicas que votaron íntegramente contra ella.

Juan Gualberto Gómez, otro contrario a la Enmienda, recordaría el 23 de enero de 1921 desde las páginas de El Fígaro la actitud de Robau:

 

Separándose de sus compañeros, los delegados villaclareños, votó que no aceptaba la Enmienda y pidió que se le permitiera explicar su voto. Levantose para hacer por vez primera, uso de la palabra, en aquel largo y trascendental debate. La expectación fue grande, porque nadie creía que hablaría en aquella sesión, después de que Manuel Sanguily, Rafael Portuondo y yo, como Presidente, habíamos discutido largo y tendido. Pero puedo afirmar que las dos frases que pronunció, con acento grave y emoción contenida, constituyeron el discurso de aquella tarde triste y memorable.

—Mis compañeros de Las Villas —dijo—, no me han mandado aquí pensando que yo sería un sabio legislador; no me dieron sus poderes, creyendo que podría dictar preceptos atinados para nuestra Constitución. Me escogieron únicamente porque sabían que yo había defendido la independencia de la patria, con las armas en la mano, y con peligro de la vida; eligieron al General de la Revolución, que estaban seguros que amaba sus principios; y partiendo de ese hecho, yo no puedo aceptar nada que atente contra la independencia y la soberanía de Cuba. Por eso he votado: ¡no! —Y se sentó.

La Asamblea se impresionó tanto que siempre me ha quedado la duda de que si Robau pronuncia esas frases antes de la votación, en vez de hacerlo como mera explicación después del voto, quizás algunos de sus compañeros —sobre todo entre los que procedían del Ejército Libertador— hubiera votado de manera distinta a como lo hizo, y la Enmienda Platt no figuraría como Apéndice de nuestra Carta fundamental, por lo menos con el consentimiento de aquella Convención Constituyente, que debió disolverse antes de aceptarla.

 

La discrepancia con sus compañeros debe haber sido de dimensiones formidables. Terminada la Convención tanto Alemán como Robau abandonaron el Partido Republicano Federal de Las Villas. Los Republicanos Federales apoyaron junto al Partido Nacional Cubano la candidatura de Estrada Palma a la presidencia. Robau apoyó a los radicales Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros que impulsaron la candidatura de Bartolomé Masó. El Partido Republicano Federal pasó a llamarse Partido Republicano Conservador y se convirtió en un pilar del gobierno. José Miguel Gómez, su líder indiscutible, fue electo gobernador de Santa Clara, la provincia de Robau, rebautizada luego como Las Villas. 

Los caminos de Robau parecían alejarse especialmente de los del gobernador Gómez. Cuando este se enemistó con Estrada Palma y se fue con su partido a la oposición, Robau se unió al gobierno. Era como si eligiera estar siempre en las antípodas de su antiguo partido. La enemistad con algunos de sus antiguos correligionarios era legendaria. Así se llegó a las elecciones del 1 de diciembre de 1905. 

Alrededor de Estrada Palma se había nucleado el Partido Moderado que reunía al elemento mayoritariamente conservador. El presidente, que al principio no se había afiliado a ninguna agrupación, acabó por encabezar al moderantismo. El ánimo era de reelección y de hacer lo que fuera necesario para conseguirla. Se abrió así un período convulso de violencia política en el que gobierno y oposición intentaban ganar la elección antes de que se produjera. 

El gobierno tenía ventajas evidentes y se dedicó a atacar a las alcaldías oposicionistas para lograr que las mesas electorales les fueran favorables. La oposición era resultado de la fusión entre los republicanos conservadores de José Miguel Gómez y los liberales de Alfredo Zayas. El candidato a la presidencia por el Partido Liberal era Gómez. Robau aspiraba a un asiento en la Cámara de Representantes por el Partido Moderado. 

Los ánimos estaban caldeados. Carlos Mendieta, que con Villuendas y Orestes Ferrara componía un trío formidable de políticos liberales, llegó a insultar en un mitin a Robau. El mitin tenía lugar nada menos que en Sagua la Grande y con Robau presente. El joven sagüero llegó a desenfundar la pistola y si no hubiera intervenido el jefe de la policía las cosas hubieran ido a peor. Mendieta, ni corto ni perezoso, repitió los insultos en otro mitin en Vueltas. En aquel ambiente se produjo la muerte de Villuendas, de la cual hemos hablado en otro momento, y la retracción del Partido Liberal. Los moderados ganaron las elecciones prácticamente sin oposición. Robau fue elegido a la Cámara. Alemán se convirtió en gobernador de Las Villas. 

La situación, sin embargo, no iba a mejorar. Los liberales estaban avocados a la violencia. En agosto de 1906 ocurrieron varias sublevaciones en el país. Las fuerzas gubernamentales fueron sobrepasadas y Estrada Palma pidió la intervención de Estados Unidos. Una cascada de renuncias en los poderes del Estado desembocaron en la designación de un Gobernador Civil estadounidense al frente de la isla.

El Partido Moderado quedó automáticamente disuelto. El elemento conservador necesitaba, sin embargo, una instancia agrupadora. La preeminencia liberal sería insoportable. Después de algunos intentos infructuosos, se lograría nuclear al movimiento conservador alrededor de un líder inesperado: Mario García Menocal. El general matancero no había estado mezclado en las pugnas anteriores y se había hecho un nombre tratando de mediar entre los contendientes. Automáticamente se había vuelto presidenciable. 

Cuando los Estados Unidos decidieron que la nueva reorganización del país estaba terminada, convocaron a elecciones para elegir al ejecutivo y al legislativo. Cuba volvería a gobernarse por sí misma. El flamante Partido Conservador Nacional se mediría por primera vez con el Partido Liberal. Este último, para variar, se encontraba escindido. Sus líderes, Alfredo Zayas y José Miguel Gómez, no congeniaban. A las elecciones para alcaldes y gobernadores se presentaron tres partidos: el Conservador Nacional, el Liberal de Zayas y el Liberal Histórico de Gómez.

La división del liberalismo limitó sus opciones. En las elecciones para determinar al gobernador de Las Villas se presentaron tres candidatos. Gerardo Machado por los liberales históricos, Eduardo Guzmán por los zayistas y José Luis Robau por los conservadores. Robau derrotó a Machado por solo 193 votos y se convirtió en gobernador de la provincia. Para las presidenciales, los liberales aprendieron la lección y presentaron una candidatura unificada. Arrasaron. La dupla de presidente y vicepresidente que hacían José Miguel Gómez y Alfredo Zayas obtuvo poco más del 60% de los votos. Obtuvieron, además, mayorías significativas tanto en la Cámara como en el Senado. 

Para Robau se abría una etapa prometedora en la política, pero una enfermedad renal le quitó la vida apenas un año después de ser electo. Con su juventud y su influencia creciente en una provincia tan importante, es casi seguro que le esperaban destinos más altos. El duelo en su Sagua natal fue de proporciones legendarias. Todavía se recuerda con sobrecogimiento a ese joven que, a pesar de sus notables logros, siguió siendo para muchos una promesa.  

 

Fuentes consultadas:

Ferrara y Marino, Orestes. Una mirada sobre tres siglos. Memorias. Plaza Mayor S.A., Madrid, [1975].

James Figarola, Joel. Cuba 1900-1928: La República dividida contra sí misma. Universidad de Oriente, [Santiago de Cuba], 1974.

Márquez Sterling, Manuel. Proceso histórico de la Enmienda Platt. Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1941.

Nohlen, Dieter. Elections in the Americas. A data handbook. Vol. I. Oxford University Press, Oxford, 2005. 

Rodríguez, Rolando. Cuba, las máscaras y las sombras. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

________________. República de Corcho. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2010.

 

 

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